Voy caminando
por el parque del periodista. Los punkeros, metaleros y gronchetos me observan. Por
qué me observan. Estúpidos, yo quiero que se vayan lejos.
Que se vayan ellos y toda la gente. Tanta gente, mucha gente, que
no me miren, que no me observen, no tengo nada que
decirles. No quiero que me vean, sus
ojos me lastiman, me condenan. No saben
quién soy, no saben que hago.
Me piensa ladrón o raponero, pero no soy un
simple vendedor. Soy un vendedor de la calle. Vendo
chicles, vendo bom bom bunes, vendo sueños de menta para el buen
aliento, para dar un beso, para ti, para darle un beso
a ella. Para eso estoy aquí: para
abastecerlos con su propio pedazo de armonía azucarada. Tengo un montón de
mentas en mi casa esperándome. Me baño en mentas, duermo en mentas, las
paredes están pintadas con menta. Todos los días las guardo en cofres como
pirata, son mi tesoro. Quien no quiere menta le falta vida.
Es un cobarde que le teme a lo que sale
de su propia boca insulsa. Cualquier palabra es linda cuando va
acompañada de una menta. ¿Quieres menta?, paga por ella. Dame unas
monedas. No es cara de verdad. Que no sólo son mentas para él, para ella, para
su aliento, para tu aliento, son pastillas que rejuvenecen y pintan
tu pelo de un color más claro. Me las dio una bruja, no puedo decir su
nombre, aparece en luna llena en el morro de san Gabriel. Una
mujer muy hermosa con el culo de Natalia Paris y las tetas de esa
vieja que presenta las noticias de farandula en RCN. Una mamacita.
Y tiene muchas mentas, muchas mentas, créame, de verdad, y
las reparte por el aire y las riega por el campo. Todo se llena de colores, muchos colores
rojos, amarillos, verdes, grises, azules, y luego
desaparece con la bruma nocturna, se va y no vuelve, y yo me quedo allá. Y recojo las
mentas, y aquí me tiene usted que menta quiere. Usted, menta
de todo tipo la que quiera, son mágicas. ¿No me va a
comprar? entonces quítese de mi camino, es usted un estúpido
ignorante imbécil, quítese que le doy en
la cara maricón, así que no me joda. Esta gente sí que le
hace perder el tiempo a uno. Quien quiere menta, a doscientos la
menta, quien quiere menta, a doscientos la
menta. Monjita ¿quiere una menta? Creame que le va a
servir para las noches de rezo y augurio en soledad. Le va a calentar las
pierna y va a querer muchas más mentas, que entre más menta la
devore… ¿que no quiere? entonces
vayase, monja estúpida, vaya y recele a su dios sin menta.
Y usted con su guitarra (seguro es un pobretón vago de la de
Antioquia) ¿quiere menta? Le fortalecerá la voz, las
mujeres desbordaran de amor por su voz. Son mentas mágicas. Son las mentas
de la bruja sólo para usted. Usted sí me entiende, usted es como yo usted
lo sabe usted lo ha sentido aquel sentimiento de soledad absoluta al abrir el
telón, ¿me compra? gracias de verdad, es usted un gran
hombre, cuando toque alguna canción recuerde a este pobre vendedor y
sus mentas. Quien más quiere mentas, debo vender más, que no me
alcanzara para la arepita y la aguadepanela. Creo que me sentare un momento, me
comeré una menta, que rica esta menta, mentica, que rica
menta, donde estas brujita, tráeme una menta sonríeme, mírame,
sólo quiero que tú me mires, desvísteme con tus ojos de serpiente, hagamos
el amor brujita tututu, que rico menta, más menta, dame más menta brujita, tu
presencia, sólo tu presencia le da un poco más de dulce, un poco más de azúcar
a esta vida de sal.
Hasta me aceleré. Creo que me voy a chupar una menta en el parque del periodista, uno de mis lugares preferidos para ver pasar a los locos mientras sueño desde esta tusa tan hedionda.
ResponderEliminarMuy buen relato.