Despedida de la Maga

Despedida de la Maga

Sobre "Devenires Prosaicos":

Devenires Prosaicos es un espacio por y para la literatura. Un espacio en el que planeo compartir reflexiones, fragmentos, poemas y cuentos. Deseo entonces dejar aquí escritas algunas pequeñas huellas, mis propios trayectos, mis propios devenires ¡Sed bienvenidos a devenires prosaicos!


viernes, 21 de agosto de 2015

La agonía de la libelula




Con sus patas puestas hacia arriba, intenta, tal vez, captar el verso de un poema escrito por Céfiro, el audaz; intenta que sus patas sean pinceles que invadan, lentamente, el cuadro profano de un cosmos ilusorio y sempiterno, pero no le alcanzan, no puede abarcar su inmensidad. Su danza, que alguna vez cortejó a las aladas ninfas de los lagos, hoy no es más que una caricatura yuxtapuesta en el espacio del silencio. No hay más. No puede salir de allí. Sus alas ya no se mueven. No se agitan con el rocío que cae de las hojas. Sabe que hay otros ángeles que seguirán el legado del viento. Pero él ya no...
Y duele...
Duele en cada fragmento luminoso de su piel. No puede llorar. Solo puede esperar. Esperar a que aparezca la mujer de mil ojos. La que ha visto el pasado, el presente y el futuro en los rostros moribundos, la que solo sonríe dulcemente con el último latido, con aquel grito terrible que quiebra el instante antes del amanecer.

martes, 18 de agosto de 2015

Fragmentos de "Ella, la Puta"

ELLA Y EL NÁUFRAGO DE LA SÁBANA

Esperó un rato en la cama. Él no se atrevía a salir del baño. Ella suspiró y esperó. No tenía toda la noche. Finalmente salió. Aquel hombre barbado tenía dos cicatrices en su pecho muy llamativas. Sus ojos eran perdidos, iluminados, como si su mente estuviera en otro lugar. Ella la puta se dio cuenta que aquel hombre no era de los que acudía normalmente al servicio de putas. Era reservado, tímido, torpe. Más bien parecía de esa especie de los soñadores que estaba en vía de extinción. Entonces, ¿por qué la había llamado? Ella alcanzó a detectar que en aquel hombre se había abierto un abismo, uno que no se podía nombrar. Muerto por dentro, creía tal vez que sólo el sexo lo podría salvar.

Finalmente él se decidió y se acercó a ella. Sin mediar palabra empezó a besarla. Besó su cuello. Empezó a recorrerla lentamente con su boca. Ella se preguntó cuánto tiempo llevaba aquel hombre sin sexo. Aquellos ataques, aquellas invasiones a su piel, eran como las de un cachorro de perro asustado, que se siente solo, que en cada paso busca un espacio, un lugar, SU lugar. Ella lo acarició y lo besó, respondió a sus juegos y requerimientos. Luego le quitó el pantalón y saco su verga. Empezó a chuparla una y otra vez. Había algo en particular que le encantaba experimentar a ella y era el sabor del glande en su lengua. Tenía toda una colección de sabores en su mente. Vino, pimienta, tomate, ajo, zapallo y así. Pero la de aquel hombre le recordaba el sabor del chocolate caliente, ese que se toma en temprano al amanecer. Le agradó.

La conjunción de cuerpos se aceleró. Ella se montó encima de él y empezó a agitarse lentamente. Aquel hombre empezó a gemir de placer. Sin embargo  no decía ninguna palabra. Era un amante silencioso. De esos que hacen que los gritos estallen con las manos y no con la lengua. Magos de la piel. Porque a ella le había parecido que aquel hombre era un pésimo besador. Era demasiado acelerado, como si quisiera terminar el plato en un segundo, por temor a perder un pedazo de pastel. Pero con sus manos, era otra cosa, las movía aquí y allá. Creaba universos en cada toque y explosiones en cada bailoteo de sus dedos, en su pezón o en su clítoris, en su espalda que recorría como río que se dejaba lentamente navegar.

Él le pidió que se volteara, la iba a penetrar en cuatro. Ella se volteo juiciosa. El empezó a penetrarla con ganas una y otra vez. Ella se dejaba llevar y empezaba a gemir. Él se excitaba con cada movimiento, con su enorme trasero, ella le bailaba encima de su miembro una y otra vez. El orgasmo estaba cerca. El estallido irrumpió quebrando el espacio de los cuerpos y ambos se vinieron a la vez. Había sido un polvazo. Sin embargo, Ella la puta ya no pensaba en el sexo y en aquel misterioso hombre de ojos soñadores. Se vio a sí misma y se dio cuenta de una terrible verdad. Había perdido el sentido de su subjetividad. Ella era una encima de la cama y otra cuando se bajaba de aquel altar. Si eso era así, ¿quién era ella? ¿Existía un “yo” titilante? ¿o este se diluía en cada beso, en cada caricia, en cada orgasmo crepuscular?



FRAGMENTO DE ELLA Y LOS CANICHES

"Ella decidió jugar un poco, y en el momento en que él la penetraba con más fuerza, emitió un ligero ladrido de placer.

“Un momento. Ella hizo como perro” pensó el hombre. “Ella trabaja para ELLOS. La forma cómo saca la lengua… No hay duda: ella es CANICHE”.

El hombre dejó de penetrarla. Ya no se sentía excitado. Ella se quedó quieta y lo miró, un poco asustada.

“Ella ha logrado infiltrarse en mi casa” siguió pensando el hombre. “He sido engañado”. Entonces gritó: “¡CANICHE!”, y la empujó lejos de la cama. Ella lo miró sin entender nada.

– No finjas más, ¡puta! Sé que ELLOS te enviaron. Te enviaron por mi.

Ella no salía de su asombro. El hombre siguió gritando:

“No te hagas la desentendida. Seguramente ya lo tenían todo planeado. Tu nombre falso, tus gestos, tus modales… ¡Perra! ¡Doblemente perra! Peor que perra: ¡CANICHE! Sos caniche, ¡como todos! Puedo ver tu cola moviéndose. ¡CANICHE! Asesina, impura, conspiradora, maquiavélico engendro del demonio.”

Ella se paró e insultó al hombre mientras se acercaba a la mesita, donde había dejado su cartera, al lado del brócoli oloroso. No iba a quedarse un minuto más en ese lugar. Pero el hombre la detuvo. La agarró por los hombros y le gritó nuevamente:

– ¡Sacate el disfraz, CANICHE! Ya no tenés que fingir. ¡Confesá! ¿Dónde está el cuartel de los CANICHES?
– ¿De qué hablás, loco de mierda? – contestó ella, aterrada. ¡Soltame!
– ¿DÓN–DE-ES–TA-EL-CUAR–TEL-DE-LOS-CA–NI–CHES? – silabeó el hombre despacio.
– ¡Andate a la puta que te parió vos, tus caniches y la concha de tu madre!

Entonces ella le dio un codazo y dejó al hombre sin aire. Intentó huir nuevamente, pero él la agarró y le tapó la boca para que no gritara. Luego él tomó un poco del brócoli que tenía preparado en la mesita y se lo restregó en la cara.

– Te gusta, ¿no? – preguntó, irónico – Siempre supe que su punto débil era el brócoli. Ahora cae

¡CANICHE! El juego terminó.

Ella estornudó por el brócoli que se le había metido en las fosas nasales, pero entendió que para salvarse tendría que seguirle el juego.

– Oh… me debilito – susurró ella, y se recostó en la cama, fingiendo que se había quedado sin energía.

“Lo sabía. Lo sabía” repitió el hombre, y la soltó. “Ahora tengo que atarte. Estoy seguro que muchos empresarios, políticos y banqueros han caído en esa concha caniche tuya. Pero yo no. No podés manipularme. Yo te escuché ladrar y descubrí tu engaño. Lo que te espera ahora es algo peor que la muerte.”

El hombre agarró una correa de perro que tenía colgada en una pared, y la cuchilla que estaba en la mesita. Se acercó a ella y siguió diciendo:

“Es hora de empezar el sondeo de tu cuerpo. Te voy a abrir de una punta a la otra, para descubrir los secretos de sus disfraces. Yo soy el que librará a este mundo de su infausta presencia, caniches. Yo salvaré a la humanidad. Soy el depredador de caniches, el enviado del cielo, el iniciado en los misterios de Osiris. Soy aquel dios que crió un ejército de gatos egipcios para combatir caniches en el desierto. Ladra, ¡ladra caniche! Dime tu nombre. El nombre que te dieron tus padres. Aquel nombre que no es judío ni nórdico, que es una combinación de números atados a un sueño y a un color. Que tiene 216 letras, como la cábala y el nombre divino, y que es la clave para descifrar el género humano y su destrucción.”

¿Se salvará ella del loco? los invitó a leer la novela"

jueves, 13 de agosto de 2015

Caricia del viento



Me gusta, a veces, jugar un poco, tocar lentamente los bordes y las texturas de las cosas. Quizás busco encontrar algo de sentido que se derrame por alguna pequeña grieta o liberar de una prisión de palabras a un pájaro cautivo. Pero en el fondo sospecho, irremediablemente, no podré nunca hacerlo. El mundo es así, mis manos son tal vez demasiado cortas. No es excusa, no obstante, para no seguir como un explorador delineando con los dedos cada rincón, cada fragmento, cada matiz de polvo celeste. Quizás no sea más que una ceremonia ritual o una vaga ilusión de reconocer lo inefable, o tal vez simplemente el tacto me trae canciones de otrora y me inunda con viejos sueños olvidados. Es, pienso, desear el poder del viento, quien alcanza con sus manos múltiples todas las cosas, incluyendo las montañas, la lluvia y desde luego el mayor enigma: el contorno de tu cuerpo.