Despedida de la Maga

Despedida de la Maga

Sobre "Devenires Prosaicos":

Devenires Prosaicos es un espacio por y para la literatura. Un espacio en el que planeo compartir reflexiones, fragmentos, poemas y cuentos. Deseo entonces dejar aquí escritas algunas pequeñas huellas, mis propios trayectos, mis propios devenires ¡Sed bienvenidos a devenires prosaicos!


sábado, 29 de junio de 2013

Carta de un Suicida



 (Suicida, Andy Warhol)




Bogotá, jueves 20 de junio de 2013


Querida hermanita,

Parece que fue ayer la ultima vez que nos vimos. Sin embargo han pasado ya bastantes meses desde entonces. Tengo tantas cosas que contarte. Tantas que nunca te conté. ¿Por dónde empezar? ¿Cómo llegar a ese punto crítico, a ese lugar de ruptura que implico una caída sin retorno? No sé por dónde empezar. Tal vez las palabras ya se han evaporado y en mí solo quede ese dolor indescriptible que sacude cada una de las fibras de mi cuerpo. Una oscuridad sin nombre, sin sabor, ni color. ¡Fíjate! Ayer salí a la esquina, a aquel mismo restaurante donde solía almorzar todos los domingos, quise ir por última vez para comprobar si aún quedaba algo. La chica linda que normalmente atendía había sido cambiada, en vez de eso una mujer anciana y con una profunda displicencia se acercó, me miro detenidamente y luego me recito el menú del día. Pedí un pollo al verdeo. Aquel que por mucho tiempo fue uno de mis platos favoritos, hoy me supo rancio, desnutrido, a colchón molido. No termine todo el plato. A los cinco minutos ya estaba corriendo lejos, fuera del local y de aquella que había sido mi vida y que hoy me parece tan lejana, tan extraña.

Pero no fue solo el plato, no, mi querida hermanita. Había algo más. Ese sabor amargo y desabrido se expandía a todo. Mi trabajo en el banco, las películas que veo, la gente que conozco, los partidos del domingo y hasta el sexo, ¡todo! Todo tiene tan pésimo sabor. Mi trabajo es monótono, ruin. La misma gente, los mismos reclamos y los mismos números deambulando en una eterna danza que solo pueden provocarme náuseas y malestar. ¿Cambiar de trabajo? Solo es una excusa para cambiar mi propia monotonía. Todas las personas con las que ahora hablo, todas me parecen tan falsas y vacías. Usando mascaras todo el día, intentando aparentar o ser lo que no son con sonrisas postizas. Discursos llenos de mentiras hacia los demás y hacia ellos mismos. Los mismos temas de conversación regresan una y otra vez en un ciclo enfermo, que la situación del país, que lo mal que lo está haciendo Santos, que el último partido que perdió el verde,  que lo lindas que están las tetas de Mariana. ¿Cómo pueden aguantarlo? 

Claro supongo que aún quedan algunos escapes, que el porrito, que el arte y la música, que la Iglesia histérica y su dios.  Los intente probar todos, ninguno me lleno, más bien me desbordaron y sacaron otros monstruos de mí, que aún me sorprendo, cuando me miro al espejo y sé que están allí, en mi interior. Soy lo confieso, un cazador del instante, un navegante de lo fortuito. Solo he encontrado felicidad en pequeños microsegundos, en el punto culmen de un solo de David Gilmour o en el pleno orgasmo cuando me vengo en las nalgas pequeñas y juguetonas de Marcela Bahamón. Pero esos microsegundos ya no están. Se han ido. Hasta esos pequeños placeres, carecen de sentido ya. Pues todo tiene un valor. Todo se mueve bajo la lógica del capital, y ni eso tengo ya, solo deudas, que creo que nunca pagare ya.

Recuerdo cuando me dijiste, que pasara lo que pasara, siempre podría contar contigo. Eres quizás lo último que me queda. Aún tengo ese recuerdo cuando eramos niños, que me quede encerrado en la habitación a oscuras. Grite y grite y nadie me abría. Lloraba. Yo sentía que un monstruo terrible, de tres ojos y cinco tentáculos venia por mí. Pero tú me abrías la puerta valientemente y me tendías tu mano. Me decías que tú estabas ahí y que el monstruo malo se había ido. Luego me abrazabas y me cantabas: “Niño bonito, niño angelical, dame un besito, dame una sonrisa de verdad” Entonces yo sonreía. Me creía protegido. Creía que nada podría derrumbar la unión de los dos hermanos. Hoy sé que no es así. ¿Por qué te fuiste hermana mía? ¿Por qué ya no me hablas? ¿Por qué me ignoras? ¿Qué fue lo grave que hice? Cuando me duele haberte perdido, aquella voz que lograba apaciguar las tinieblas y los demonios. Tal vez deba entenderlo. Tú tienes tu vida, estas casada, tienes al pequeño Juan. Tus preocupaciones son otras y tu hermano no es más que la parte de una fotografía olvidada, que se asienta en tu sala, con olor a viejo y telarañas sin fin. Yo hoy ya no tengo más. Más que el silencio. Adiós para siempre mi querida hermana. Te quiere y te querrá siempre.

Andres.

PSD: Espero esta carta te llegue a tiempo o quizás no. Las cartas no están necesariamente condenadas a llegar y yo me someto a los designios del caos y el olvido.

domingo, 16 de junio de 2013

El Pescador







Puentes que se cruzan                                                                     Galopar de corceles de vidrio
Avenidas inconclusas                                                                       Pasan por mi hígado
Se pierden en el centro                                                                     hacia las cataratas del sol
Del laberinto de medianeras                                                             adentro del agujero cósmico
Fuerza centrípeta de cemento                                                           De tu caos, de mi caos
                                             
                                                      Allí donde se pierde la voz

No me mires                                                                                    No me escuches
Soy torrente                                                                                     Soy gaviota multicolor
Te desbordo                                                                                     Voy a bordo
En algún sueño                                                                                 Del buque ventarrón
De sensual odalisca                                                                          Que se mueve coquetamente
Con sus caderas seductoras                                                              Sin tiempo, ni hora

                                                         Movimientos de vapor

Me he perdido ya                                                                             Camino hacia el parque
Busco un rostro                                                                               y veo borroso
Tu cara sin rima                                                                               Tu rostro azul
Donde quiero pescar                                                                        Pescar con mi caña celeste
Con carnada de poesía                                                                     Como anzuelo un beso
Un par de sardinas  escarlatas                                                           El enigma de tus labios


                                                      El delirio de un pescador

miércoles, 12 de junio de 2013

Una interrupción indeseada



Una gota cayó lentamente en el lavamanos. Goteaba lenta, despacio, juguetona. Pero su sonido era acallado por un alarido de placer procedente de la habitación. Camila sintió como su cuerpo se estremecía, se sacudía en cada penetrada, en cada vaivén. Federico la miró ansioso esperando ver un gemido, un grito en cada arremetida. Sentía como su cuerpo se contraía, expectante ante el orgasmo por venir. Sus manos se pusieron en su espalda y se clavaron con fuerza. Camila le sonrió coqueta y se mordió los labios. Luego empezó a besar su cuello despacio, juguetonamente.  Pero aquella velada pasional fue interrumpida por un fuerte golpe. Ambos se miraron al principio sin entender que pasaba. La puerta de entrada había sido tocada. Camila le pregunto si había escuchado eso. Él dijo que sí. Se disponía a dar una réplica, cuando la puerta sonó más fuerte aun. Tres golpes fueron seguidos de un grito en un acento extraño del cual nada pudieron entender. Parecía como si el piso, aquel piso de Camila se estremeciera ante aquella llamada.

Camila miro asustada a Federico y se puso la cobija en su rostro. Federico gruño al ver interrumpida la copula. ¿No sería acaso un amante de Camila quien se atrevía a tocar la puerta? ¿Quién más podría visitarla a esa hora? Los golpes siguen y suenan cada vez más fuertes. Federico le dice ofendido y sarcastico que le atienda, le invite a pasar a tomar una taza de té y luego a dormir todos juntos. Después de todo parece ser alguien bien cercano y hay espacio de sobra en la cama. Camila entiende la indirecta, se ofende y le da la espalda. Ella le dice que como se le ocurre, que no hay nadie más que él, que aquel debe ser un loco o un desorientado. Cierra su explicación con la palabra “imbécil”.

Los golpes dejan de sonar. En la habitación empieza a reinar el silencio. Ninguno de los dos se dirige la palabra. Solo el sonido de la gota se escucha en el lugar. Luego el ladrido de un perro del vecino, algo inquieto. Federico piensa  que ha sido duro injustamente y que efectivamente tal vez era sólo un loco o un mendigo de la calle. Le empezó a acariciar lentamente los hombros y la espalda. Luego dijo: “Lo siento”. Camila le siguió dando la espalda y emitió un bufido de rabia. El empezó a acariciarla lentamente, a besarle. A pedirle perdón, mientras le decía que ella era única y que él era un idiota por dudar. Que le quería como a nadie. Camila volteo su rostro y lo miró detenidamente como estudiando la situación. Luego se besaron. El continúo bajando su boca y beso su rostro, su cuello y su pecho. Ella lo abrazo. El perro del vecino silencio su aullido.  De nuevo Federico  empezó a penetrarla con nuevo ímpetu. Ella agarro sus nalgas fuertemente. Se besaron nuevamente, frotando sus lenguas traviesas. Sus cuerpos sudorosos entraron nuevamente en conjunción y se perdieron en un delirio momentáneo que les ayudó a olvidar el fascismo del tiempo y la cotidianidad.

Pero justo cuando creían que estaban a salvo. Un nuevo golpe se escuchó en la puerta y de nuevo pararon. Federico maldijo en voz alta y deseo que aquel sujeto se fuera a la puta que le pario. Pero los golpes siguieron más fuertes y de nuevo acompañados de aquel grito siniestro e inentendible. Ambos se miran en silencio sin saber qué hacer. Los golpes son cada vez más fuertes y el sujeto parece en definitiva no estar dispuesto a irse. Justo en ese momento la luz también se cortó, dejando a la pareja a oscuras. Camila no aguanta y grita. Federico le dice que se calme. ¿Quién era aquel hombre que tocaba tan desesperado? ¿Qué era lo que intentaba decirles? Federico no lo entendía. Se paró de la cama y cerro la ventana rápidamente. Camila le dijo que tenía miedo, que volviera a la cama. Federico se colocó el pantalón. Los golpes se sucedían rítmicamente y se confundían con los latidos del corazón. Camila le rogo casi llorando que no la dejara sola. Federico, Federico, no me dejes. Federico, Federico, ¡Regresa!

Federico se acerca a la cama y le besa la frente. Le pide que se calme, que él se encargara del problema. Pero, ¿realmente se lo creía? Trataba de darse ánimos, pero sus manos temblaban y una pequeña gota de sudor se asomaba en su frente. Se acercó a la cocina. Tanteo en la oscuridad y agarro un cuchillo de un cajón. Se acercó lentamente a la puerta, sin hacer ruido. Los golpes seguían cada vez más fuerte. Aunque la voz exterior ya se había silenciado. Federico pregunta en voz alta: ¿Quién es? Los golpes de la puerta cesaron. Por un momento volvió el silencio acompañado de la caída de la gota. Federico deseo que aquel hombre se hubiese ido. Pero una voz clara y gruesa hablo: “Dígame, por favor, ¿Es usted el señor Alejandro Barrientos? La voz era extrañamente cordial y formal. Federico no entendió que venía aquella pregunta y que tenía que ver con él. “Discúlpeme un momento”. Se dirigió a la habitación.  ¿Quién podría ser ese Alejandro? ¿y porque precisamente le buscaban a esta hora? De nuevo la sombra de un posible amante pasó por su cabeza y empezó a martillarle. La imagen de ella besando a un extraño se impregno en su mente de una manera dolorosa.

Al llegar a la puerta se encontró con que Camila estaba escondida detrás de la cama. “¿Quién es Alejandro Barrientos?” pregunto inquieto y con desagrado. “Es el vecino Fede, el vecino de al lado. Un viejo cuarentón que siempre me mira las tetas cuando paso por su lado”. Federico se tranquilizó y alejo las dudas. Volvió a la puerta y dijo: “No es acá. Es en la puerta de al lado”. La voz gruesa respondió: “Disculpe”. Luego el silencio volvió y las pisadas indicaron que el sujeto se había ido. Federico suspiro. Luego fue a la cocina y dejo el cuchillo. Se rio pensando en lo que había pasado y en lo tontos que habían sido. Regreso a la habitación. Camila lo miró expectante agarrada a la cobija y temblando en silencio. Él se acercó con una sonrisa victoriosa y le dijo que ya se encargó de que el loco se fuera. Ella lo abrazo y lo beso. Poco a poco se empezaron a esfumar los temores. Volvieron a juntar sus cuerpos y el ritual se reanudo. Se olvidaron de aquel sujeto perturbador y de nuevo la pasión venció al miedo, apoderándose de sus cuerpos hasta caer rendidos y dormir más allá del amanecer

Al otro día se levantaron, se bañaron y se vistieron. Se habían levantado de muy buen humor y de vez en cuando Federico hacia algún chiste de lo que había pasado la noche anterior. Desayunaron unos huevos con panecillos y se prepararon para salir. Abrieron la puerta. Federico le dijo a Camila que  si quería, más tarde podían ir a cine a ver la última peli del superhéroe yanqui de turno. Pero Camila no le miraba, tenía los ojos abiertos de par en par. Federico no entendía su reacción. Al frente había unas pocas personas que empezaban a reunirse alrededor de algo. Al principio no logro visualizar bien que era. Pero luego percibió asombrado el enorme charco de sangre que salía de la puerta del vecino y de nuevo una gota empezó a caer lentamente en su mente, pero no era ya una gota de agua, sino una gota de sangre, que desbordaba todo, su mente, su cuerpo, de muerte y placer.

martes, 11 de junio de 2013

Rains of Castamere




And who are you, the proud lord said,
that I must bow so low?
Only a cat of a different coat,
that's all the truth I know.
In a coat of gold or a coat of red,
a lion still has claws,
And mine are long and sharp, my lord,
as long and sharp as yours.
And so he spoke, and so he spoke,
that lord of Castamere,
But now the rains weep o'er his hall,
with no one there to hear.
Yes now the rains weep o'er his hall,
and not a soul to hear

martes, 4 de junio de 2013

Confusión Palomar



Nos confundimos
Como  palomas en vuelo circular
Nos estrellamos
Nos resbalamos
Nos liberamos
Y caímos igual

Ese aleteo perpendicular
De tus labios magnos
Que me abraza
Que me llena
Que me disloca
La frente, la mano y el cuerpo
Aquel sueño de amor
Ígneo Zarzo

Un olimpo intacto
Bordeado por un ejército de plumas
De tus alas
De mis alas
De aquel pequeño nido
Donde nuestra conjunción cayó
Donde Eros se ríe
Donde Thanatos se esconde
Taciturno, distraído
Con mucho temor

Donde una estrella se estrella
Donde un sol hace un sol
Una melodía boreal
Que crea con notas celestes
Re
     Fa
            Mi
                   Do

Desear  nido de plumas
De pasiones, intensidades y besos
motores de calor
Agitar plumas, agitar cuerpos
Palomear gritando
Palomear nadando
Y Nadar para volar
Para volar lejos,  De tu yo, de mi yo

Sumergirme en tu piel de grulla
Sumergirte en mi piel de cuervo
En el océano nebular
Que se extiende sin fin
En nuestra cama
Reino del silencio
Que expulso al tiempo
A su urbe gris

Recorrer las vías del tren
Que se entrecruzan en tu espalda
Llegar al templo del valle sagrado
Ubicado en el centro de tus nalgas
¿A dónde más me llevara el tren?
En aquellos fuegos que se expanden
En aquellos territorios profanos
Donde las noches se cierran
Donde los las piernas se abren

¡Devórame
Altivo y venusto plumífero!
Antes que la última ala
Sea llevada por el viento
Antes de que un último beso
Me sea dado por una latitud de vuelto errónea
Y aterrice en los senderos del  No
En el más álgido desierto.

sábado, 1 de junio de 2013

De brujos, escritores y afectos



Si el escritor es un brujo es por que escribir es un devenir, escribir está atravesado por extraños devenires que no son devenires-escritor, sino devenires-ratón, devenires-insecto, devenires-lobo, etc. Habrá que explicar por qué. Muchos suicidios de escritores se explican por estas participaciones contra natura, estas bodas contra natura. El escritor es un brujo, puesto que vive el animal como la unica población ante la cual es responsable por derecho. El pre-romantico alemán Moritz se siente responsable no de los bueyes que mueren, sino ante los bueyes que mueren y que le causan la increíble impresión de una Naturaleza desconocida- el afecto. Pues el afecto no es un sentimiento personal, tampoco es un carácter, es la efectuación de una potencia de manada, que desencadena y hace vacilar el yo. ¿Quién no ha conocido la violencia de esas secuelas animales, que le apartan de la humanidad aunque sólo sea un instante, y que le hacen mordisquear su pan como un roedor o le proporcionan los ojos amarillos de un felino? Terrible involución que nos conduce a devenires inusitados. No son regresiones, aunque fragmentos de regresión, secuencias de regresión se añadan a ellos.

(Gilles Deleuze y Felix Guattari- Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, p. 246)