Despedida de la Maga

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Sobre "Devenires Prosaicos":

Devenires Prosaicos es un espacio por y para la literatura. Un espacio en el que planeo compartir reflexiones, fragmentos, poemas y cuentos. Deseo entonces dejar aquí escritas algunas pequeñas huellas, mis propios trayectos, mis propios devenires ¡Sed bienvenidos a devenires prosaicos!


miércoles, 1 de agosto de 2012

En algun lugar del cielo


Caminaba tranquilamente en medio del hormiguero central, del pulular de miles de insignificantes seres que van a un árbol y se matan todo el día para regresar con una mísera hoja a su hogar. Era el centro de la ciudad, vibrante, colorido, sucio, lleno de mendigos, traficantes de papelitos, atracadores, vendedores de minutos, casinos, tragaderos y mucha, pero mucha gente, era el lugar perfecto para pasar desapercibido. Era mi diario deber ir a aquel horrible lugar a ganarme mi papa y a oler el excremento que salía de la ciudad. Aburrido, melancólico y pensativo, solía pasar por las aceras sin prestar atención a mi movido entorno, enclaustrado en mis propias ensoñaciones y canciones mentales, el mismo “tararari amor que te vi tararara no me quieras mas” repetido una y otra vez en una constante y extraña sinfonía.  Sin embargo hoy mi pensamiento iba a ser interrumpido por un extraño anuncio, una extraña secuela, ¿Qué extraña fuerza podía tener el poder de desviarme, de hacerme entrar en sus entrañas y desviar el curso de mi realidad?. Pues un Graffiti, así es, un sencillo letrero de letras azules  claras clavado en una pared casi desierta, anónimo, imperceptible, no pudo dejar de llamar mi atención y curiosidad. Ella, como en la mayoría de seres humanos, era casi innata con todo aquello que no cuadraba con el foco de mi cotidianidad.

Muchos letreros y avisos incoherentes y sin sentido abundaban en la ciudad, tenía especial aberración hacia los de las barras de futbol, ¿Qué necesidad había de colocar su nombre en todas las paredes contaminando y saturando nuestra vista de información innecesaria?. Sin duda era una forma de obtener alguna clase de reconocimiento y poder, pero aun así me parecía absurdo y especialmente feo un letrero de esos que parecían querer clavársele a uno en la mente y perpetuar su fétida existencia en algún rincón de la memoria. También detesto los “Cristo vive” y cosas por el estilo, porque siempre he pensado que una fe que necesita de símbolos y recordatorios a las personas para que crean en ella, es una fe falsa y vacía. Siempre había pensado que las paredes debían estar pintadas con mensajes importantes, de hermoso porte, letras bien delineadas y que le aporten de alguna forma algo a la vida propia. No, no me refiero a mensajes de auto-ayuda, consolación espiritual o algo así, me refiero a algo que realmente sirva o que en su defecto sea tan bello que no necesite uso o explicación, desde un “sea bienvenido, pronto saldrá del trabajo, solo sea paciente” a una obra inédita de Boticelli fusionado con Bart Simpson. Todos es posible en el extraño mundo de los avisos y graffitis.

Por esto y por otras razones solía pasar de los avisos urbanos, prestando atención a unos pocos y es muy extraño que precisamente uno de ellos, casi invisible, inadvertido y no muy bien escrito que digamos me haya llamado la atención, sin embargo en este caso lo que me importaba era el mensaje, no tanto la parte estética. Plasmado en tintes azules el texto proclamaba: “En algún lugar del cielo, te espero a ti”. ¿Me esperan? ¿Quién? ¿Cómo? No entendía. Una primera y rápida interpretación podría decirnos que lo más probable es que se trate de algún mensaje cristiano que traducido significaría: “conviértete o no te esperare” o algo así. Sin embargo había algo en la forma de ser escrita, sencilla, humilde, ligera que definitivamente no era cristiano. El mensaje sin duda quería transmitir algo muy distinto, algo que me provoca una sensación de inexplicable estremecimiento y terror.

¿El cielo? ¿Que era exactamente el cielo? Podía significar cualquier cosa, desde una metáfora de un sitio feliz hasta un antro de muy bajo presupuesto de bailarinas seductoras. Pero, ¿Por qué no explicaban más?, ¿Por qué no había un teléfono del cielo? o al menos un “muy pronto”. En una ciudad casi acostumbrada a que suceda cualquier cosa y que ha perdido el amor por el misterio este anuncio fácilmente pasaba desapercibido pero para mí se estaba convirtiendo a partir de ese momento en el enigma que la esfinge me ponía para poder proseguir mi vida y como Edipo permanecía parado frente a la pared de aquel lugar estudiándola y analizándola buscando algún rastro de ese “cielo” que anunciaba el extraño letrero. Algunas personas que pasaban me miraban con curiosidad, como si se tratara de un loco y preferían evitarme, lo que hacía que me rodeara un aura de soledad que me gustaba. Decidí que yo quería ir a ese cielo cualquiera que fuera y donde fuera que se encontrase, ¿sería acaso como la verdadera bóveda celeste? ¿Debería poder volar para poder llegar allá?, me imagine alzando mis alas y volando a través de las alturas.

Pronto me di cuenta que se me había olvidado lo más importante, era el punto de quien exactamente era el que me esperaba en el cielo. No definitivamente no tenia remitente aquella sencilla nota y obviamente la dedicatoria podía estar abierta. De nuevo lo más obvio se me paso por la cabeza; no, no era Jesús, Jesús no podría esperarme en el cielo, no en ese cielo. Esperaba que no fuera algún tipo de bandido o ente oscuro el que me esperara en un lugar que se llamaba con tan bello nombre y que parecía en una palabra contener tota la inmensidad de nuestra superficie. Luego de un rato de inútiles desvaríos mentales me di cuenta que no podría sacar más información del extraño aviso, tendría que contentarme con lo que tenia. Decepcionado, pase a la tienda de la esquina, en un primer momento pregunte por el anuncio de la pared pero el tendero me miro extrañado y negó con su cabeza. Ante esta nueva frustración simplemente pedí un refresco y me senté a descansar un momento, pues el calor que hacia ese día al final me estaba desgastando.

Luego se me ocurrió otra idea, ¿y si espiaba la reacción de las personas? Seguro que habría alguno que sabia a que cielo se refería, entonces podría preguntarle, podría seguirlo a través de las sombras y tal vez tendría las llaves para poder ascender a aquel sueño celeste. Hable con el señor de la tienda, le pague horas extras y me dejo quedarme allí. Aunque extrañado el tendero no me objeto cosa alguna, simplemente alzo los hombros y no se esforzó mucho en detallarse que era lo que hacía. Así pasaron las horas sin que pasara nada, lo único resaltable fue la pelea entre un taxista y un transeúnte que no paso de insultos verbales debido a que el transeúnte se le había atravesado y había hecho que el taxi se chocara con un poste para evitar atropellarlo. Aburrido y desilusionado me fui a dormir a mi apartamento, en la noche no pude dejar de soñar con ángeles que me llevaban a través de las nubes para luego soltarme y dejarme caer en medio del abismo terrenal. Me despertaba sudando y con muy mal aspecto, tomaba algo de agua y me volvía a dormir.

Al otro día, obstinado, volví al mismo lugar, el tendero parecía de buen humor hoy y me recibió amable, seguro para el yo representaba alguna especie de violación a su diaria cotidianidad y por tanto como una especie de animal exótico de circo le parecía interesante observarme. Yo volví a lo mío, me senté en la silla y espere a ver si sucedía algo extraño con aquel letrero. Sin embargo el día transcurría sin ninguna novedad, de vez en cuando veía pasar las lindas colegialas que salían de la normal de señoritas y complacía a mi vista, sin embargo no me alejaba del objetivo que me había fijado. Llego el ocaso y estaba pronto a rendirme, a irme a mi casa y lamentar haberme quedado como un idiota pendiente de un estúpido aviso. Sin embargo fue en ese preciso momento, cuando un sujeto muy bien vestido y con un porte bastante elegante, se acerco y miro el letrero. Pareció estudiarlo un momento, luego sonriendo siguió su camino. Al ver su reacción me di cuenta que aquel tipo sabía que era el cielo, decidí que no era oportuno hablarle y que mejor lo seguía. Su caminar era lento y tranquilo, seguro del lugar hacia donde se dirigía, seguirlo en medio de los callejones llenos de gente me resulto un poco dificultoso, pero aun así no lo perdí de vista y definitivamente su forma de caminar era demasiado peculiar para no ser reconocida a distancia.

Los callejones se fueron esfumando como escenas de una película barata, todo iba quedando atrás y poco a poco parecía más irreal, como si me encontrara en algún nivel diferente de la realidad, la construcción se estaba desarmando y poco a poco caían las piezas que conformaban aquel rompecabezas multicolor. Solo una de las fichas importaba y se movía a toda velocidad, solo ella podía llevarme al cielo. Se movía a través de las avenidas y los carros parecían ignorarlo, como si no existiese. Aquel extraño ente era casi incorpóreo, ¿sería un ángel acaso? La gente parecía traspasarlo, definitivamente era como si él no estuviera allí. ¿Dónde están tus alas ángel esplendoroso? ¡Muéstrame tu voz celestial!, no huyas de mi, aun hay mortales que deseamos traspasar los límites de lo terreno. Decidí gritarle pero él no me escuchaba ¿y cómo podría hacerlo si ni siquiera me sabia su nombre?

El entro en un extraña y gris edificación que se encontraba casi escondida en uno de los más reconditos lugares del centro de la ciudad. ¿Sería este el cielo? ¿y si me esperaba alguna clase de peligro en él?, además la edificación no parecía tener muy buena pinta, podía ser desde un burdel hasta el escondrijo de alguna banda de sicarios. Cualquier cosa de estas es posible y más en esta ciudad. Las puertas del edificio estaban abiertas, entre apresurado, había una recepción muy sencilla y un solo ascensor. El tipo al parecer había subido por el elevador, decidí esperarlo yo también, pasara lo que pasara lo buscaría por todo el edificio. Luego de esperar, al fin se abrieron las compuertas, pero me llevaría una sorpresa al entrar y encontrarme con que el ascensor solo llevaba a uno de los pisos. Presione el botón que aparentemente me llevaba al piso 11 donde al parecer parecía encontrarse aquel extraño hombre. Mientras subía me di cuenta que era la primera vez en toda mi vida que me encontraba con un ascensor de este tipo. ¡Qué extraño! ¿era que los otros pisos no importaban?, luego temblando recordé que no había visto escaleras a la entrada, ¡qué clase de arquitecto loco habían contratado para esta edificación!.

Cinco, seis, pronto la compuerta se abriría, siete, ocho, nueve, tal vez debería haber venido armado, ni modo de arrepentirme, diez, once. Había llegado, las puertas se abrieron lentamente como si se levantara un telón. Pronto me encontré en una instancia totalmente blanca sin ningún objeto. ¡Qué extraño!, aun así a lo lejos aun podían escucharse el ruido de las calles, lo que significaba que no me había extraído de la realidad, aun estaba algo cuerdo, lo suponía. Sin embargo la gran cantidad de circunstancias encadenadas que me llevaban a estar en este lugar no cabían dentro de lo que llamamos como “normal”. Era casi como un encuentro con una nada que no era absoluta, porque aun tenía algo en su interior, a mí. Un encuentro conmigo mismo, con mi alrededor y las sombras que parecían rodear cada uno de los movimientos que hacía, porque solo así podía ver mi propio ser oscuro y vacio, desnudo, porque no tenía otras cosas que distrajeran mi mente. Se me presentaba con todos sus defectos y carencias, en toda su insignificancia. Ante tal fuerza abrumadora no pude menos que arrodillarme y dejar que las lagrimas fluyeran de mis ojos como aves en picado, cansadas de volar.
¿Sería este el cielo? ¿Este horrible lugar?, “no, no lo es” dijo una voz que salió de alguna parte de la gran habitación. Era aquel hombre que había seguido desesperadamente, parecía haberme leído la mente, su visión me asusto enormemente, vestía un traje elegante y su cara parecía ser compasiva y alegre al mismo tiempo. Al parecer la habitación no le afectaba en absoluto, estar allí era normal para él. “¿Tu escribiste ese extraño letrero verdad?” el negó con la cabeza y me siguió mirando sonriente. Luego vino un breve silencio en que ambos nos estudiamos profundamente y entonces me di cuenta que él era igual a mí, no era un ángel o un dios perdido de antaño, era otro humano que sufría y vivía lo mismo. Entonces el hablo: “Si, así es, has acertado, soy humano igual que tu y al igual que tu he venido buscando el cielo”. “¿Cómo voy a buscar algo que ni siquiera sé qué es?”, “No, ¿no sabes qué es? ¿Estás seguro?, ¿entonces por qué estás aquí?, no lo estarías si no lo sospecharas?. Entonces sorprendido me di cuenta que el tenia razón, no era simple curiosidad lo que me había movido a buscar el cielo, era la esperanza de lo que la palabra significaba. Un lugar mucho mejor donde los sueños pudieran hacerse al fin realidad, uno que me alejara de la realidad donde permanecía atado.

“Si este no es el cielo ¿entonces qué es?” “esto no es más que el portal del cielo, tú mismo lo sentiste cuando entraste, sin embargo la clave para entrar solo puede ser hallada por aparte por cada uno, de alguna forma es algo muy personal”. “¿Tu ya has estado en el cielo verdad?””No, nunca he estado en el, nunca he logrado entrar, quizá tu lo logres, hace tiempo que lo intento”. Mire la inmensa habitación, estaba completamente vacía ¿Cómo se suponía que podía hallar un portal o una puerta en un lugar donde no había absolutamente nada?, no lo podía entender. Me arrime a las ventanas. Asi es, afuera en el exterior, en el todo, había muchas cosas que podían significar caminos o portales desde un simple llavero de un vendedor de la calle hasta el cajero de un banco. Pero aquí no había nada remotamente sospechoso y a pesar de que tocara las paredes algo me decía que allí no estaba la respuesta.

El extraño sujeto simplemente se sentó, suspiro y miro el ocaso que en esos momentos entraba a través de la ventana. Sabía que aquel hombre no podía responderme quien nos esperaba en el cielo, pero el si sabía algo y era como había encontrado este extraño lugar. Sin embargo antes de formular la pregunta, el ya tenía la respuesta en sus labios: “no lo encontré, el simplemente me llamo, hace días ya y entonces me di cuenta que si el cielo existía tenía que estar en el camino correcto”.  “¿Es todo lo que tenemos?” pregunte triste “me temo que sí, pero tu al igual que yo te diste cuenta de que ese mensaje en la pared era fuera de lo común, una invitación de esas no se recibe todos los días y muy poca gente sabe percibirla”. “No comprendo” dije intentando parecer extrañado pero para sorpresa misma yo mismo me respondí incluso antes de que él lo hiciera. Lo extraño de la invitación es que solo una persona que haya estado en el cielo pudo haber escrito el mensaje y solo un ángel o un muerto pueden escribir tales cosas.

“¿te das cuenta cuantas personas han intentado llegar al cielo?” me pregunto aquel extraño sujeto. “No lo entiendo” dije, “claro que si” dijo, “piensa en la torre de babel, una que nos llevaría mas allá de las estrellas o en el soñador icaro a quien el sol quemo sus alas, ¿no fue el sueño de los hermanos Wright o del mismo Leonardo davinci? No ha sido el sueño de la humanidad durante siglos, desde pequeños cuando jugábamos rayuela e intentábamos alcanzar la cúpula celeste con solo una pequeña piedra. Y tu sabes bien a que cielo me refiero, no al que vemos todos los días en el que sobrevuelan aviones y aves, no ese no, me refiero al verdadero cielo donde podremos encontrar al fin la libertad”. Luego de decir esto el sujeto hizo silencio esperando mi reacción, sin embargo su discurso me había afectado de una manera especial y ahora me encontraba absorto en mis pensamientos. El tenía razón, de alguna forma nosotros éramos privilegiados pues éramos los únicos que habíamos percibido tan singular invitación.

La luz seguía entrando fuertemente a través de los enormes ventanales, eche una mirada al horizonte citadino. Pronto me di cuenta que cada vez lo entendía mas y parecía que el también pues sonrió. El portal al cielo al fin podía vislumbrarlo, todo el tiempo había estado allí, alto, sublime, con puertas de fino cristal resplandeciente. Solo que siempre hemos visto a través del cristal, añorando los tesoros que allí están, los resplandecientes rostros de los ángeles y la música de las arpas celestiales. Pero nunca vemos la puerta por qué no la queremos ver, solo nos contentamos con añorar y desear más siempre nos da miedo entrar, siempre tememos salir demasiado de la realidad y de lo “normal” pues las consecuencias en caso de que tal cielo fuera falso, de que fuera una ilusión serian desastrosas. Sin embargo yo ya tome mi decisión, como un kamikaze, como un apostador de blackjack apostaría el todo por el todo para poder entrar a ese pequeño paraíso de sueños y bellas figuras.

Ahora que lo comprendía la puerta se abrió fácilmente, nadie impidió mi paso, me sorprendía de lo fácil que había sido, ¡el cielo siempre había estado allí!, el problema es que tantas cosas nos distraen en la vida diaria que no podemos reconocerlo e incluso nos olvidamos fácilmente de él. El sujeto extraño estaba a mi lado, sonreía placenteramente y de sus ojos salían lágrimas de felicidad, ambos habíamos cruzado las fronteras de la realidad y ahora nos encontrábamos en el cielo. Era nuestro propio cielo, nuestra propia construcción, un espacio que solo podíamos llenar con lo que quisiéramos. Nuestras almas trascendentes entonces nada más podían rodearse de estrellas, nubes y dulces serafinas. ¿Qué más se le podía pedir al cielo? ¿Es que acaso era necesario algo material que corrompiera este bello mundo?. Volaba sin límites más allá del arco iris, sobrepasando en las nubes y todo pensamiento se hacía realidad, cualquier comida, cualquier persona, cualquier cosa podían entrar en el cielo y concederme todos mis deseos. No había limites, podía bailar en una bacanal, podía cantar ante un público de ninfas, podía mirar la misma escena de mi vida una y otra vez como una excelente película, podía hacer que miles de libros se volvieran realidad y vivirlos como una aventura mas y por ultimo podía incluso dormir junto a la mujer que amo, acobijado con las nubes. ¡Todo era posible! ¡y yo lo había encontrado!

Aun que feliz, aun era humilde y consciente de lo simple, insignificante y mortal que soy, pero mientras conserve aquel pequeño espacio la vida siempre tendrá un ligero escape, pues desgraciadamente la estancia en el cielo no es permanente ni para siempre, pero al menos lo suficiente para poder disfrutarlo al máximo, al menos en mi propia realidad. Todos podemos encontrar el cielo, solo se necesita voluntad, de uno depende entrar o mantenerse anclado en la fantasiosa realidad, el cielo es verdadero pues nace y muere en nosotros, pero para mí siempre será lo verdadero, lo único en que puedo confiar, un paraíso mental. Lo que nunca supe fue quien me escribió tal invitación, porque a el le agradecería cada minuto de mi existencia por ayudarme a entrar en aquel bello lugar, pero pronto reconocí con horror que algo no cuadraba y era la forma de la letra. Pronto descubrí por que me resultaba tan extraña La letra en que había sido escrito aquel mensaje. ¡Era mi propia letra!.

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