Despedida de la Maga

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Sobre "Devenires Prosaicos":

Devenires Prosaicos es un espacio por y para la literatura. Un espacio en el que planeo compartir reflexiones, fragmentos, poemas y cuentos. Deseo entonces dejar aquí escritas algunas pequeñas huellas, mis propios trayectos, mis propios devenires ¡Sed bienvenidos a devenires prosaicos!


miércoles, 12 de junio de 2013

Una interrupción indeseada



Una gota cayó lentamente en el lavamanos. Goteaba lenta, despacio, juguetona. Pero su sonido era acallado por un alarido de placer procedente de la habitación. Camila sintió como su cuerpo se estremecía, se sacudía en cada penetrada, en cada vaivén. Federico la miró ansioso esperando ver un gemido, un grito en cada arremetida. Sentía como su cuerpo se contraía, expectante ante el orgasmo por venir. Sus manos se pusieron en su espalda y se clavaron con fuerza. Camila le sonrió coqueta y se mordió los labios. Luego empezó a besar su cuello despacio, juguetonamente.  Pero aquella velada pasional fue interrumpida por un fuerte golpe. Ambos se miraron al principio sin entender que pasaba. La puerta de entrada había sido tocada. Camila le pregunto si había escuchado eso. Él dijo que sí. Se disponía a dar una réplica, cuando la puerta sonó más fuerte aun. Tres golpes fueron seguidos de un grito en un acento extraño del cual nada pudieron entender. Parecía como si el piso, aquel piso de Camila se estremeciera ante aquella llamada.

Camila miro asustada a Federico y se puso la cobija en su rostro. Federico gruño al ver interrumpida la copula. ¿No sería acaso un amante de Camila quien se atrevía a tocar la puerta? ¿Quién más podría visitarla a esa hora? Los golpes siguen y suenan cada vez más fuertes. Federico le dice ofendido y sarcastico que le atienda, le invite a pasar a tomar una taza de té y luego a dormir todos juntos. Después de todo parece ser alguien bien cercano y hay espacio de sobra en la cama. Camila entiende la indirecta, se ofende y le da la espalda. Ella le dice que como se le ocurre, que no hay nadie más que él, que aquel debe ser un loco o un desorientado. Cierra su explicación con la palabra “imbécil”.

Los golpes dejan de sonar. En la habitación empieza a reinar el silencio. Ninguno de los dos se dirige la palabra. Solo el sonido de la gota se escucha en el lugar. Luego el ladrido de un perro del vecino, algo inquieto. Federico piensa  que ha sido duro injustamente y que efectivamente tal vez era sólo un loco o un mendigo de la calle. Le empezó a acariciar lentamente los hombros y la espalda. Luego dijo: “Lo siento”. Camila le siguió dando la espalda y emitió un bufido de rabia. El empezó a acariciarla lentamente, a besarle. A pedirle perdón, mientras le decía que ella era única y que él era un idiota por dudar. Que le quería como a nadie. Camila volteo su rostro y lo miró detenidamente como estudiando la situación. Luego se besaron. El continúo bajando su boca y beso su rostro, su cuello y su pecho. Ella lo abrazo. El perro del vecino silencio su aullido.  De nuevo Federico  empezó a penetrarla con nuevo ímpetu. Ella agarro sus nalgas fuertemente. Se besaron nuevamente, frotando sus lenguas traviesas. Sus cuerpos sudorosos entraron nuevamente en conjunción y se perdieron en un delirio momentáneo que les ayudó a olvidar el fascismo del tiempo y la cotidianidad.

Pero justo cuando creían que estaban a salvo. Un nuevo golpe se escuchó en la puerta y de nuevo pararon. Federico maldijo en voz alta y deseo que aquel sujeto se fuera a la puta que le pario. Pero los golpes siguieron más fuertes y de nuevo acompañados de aquel grito siniestro e inentendible. Ambos se miran en silencio sin saber qué hacer. Los golpes son cada vez más fuertes y el sujeto parece en definitiva no estar dispuesto a irse. Justo en ese momento la luz también se cortó, dejando a la pareja a oscuras. Camila no aguanta y grita. Federico le dice que se calme. ¿Quién era aquel hombre que tocaba tan desesperado? ¿Qué era lo que intentaba decirles? Federico no lo entendía. Se paró de la cama y cerro la ventana rápidamente. Camila le dijo que tenía miedo, que volviera a la cama. Federico se colocó el pantalón. Los golpes se sucedían rítmicamente y se confundían con los latidos del corazón. Camila le rogo casi llorando que no la dejara sola. Federico, Federico, no me dejes. Federico, Federico, ¡Regresa!

Federico se acerca a la cama y le besa la frente. Le pide que se calme, que él se encargara del problema. Pero, ¿realmente se lo creía? Trataba de darse ánimos, pero sus manos temblaban y una pequeña gota de sudor se asomaba en su frente. Se acercó a la cocina. Tanteo en la oscuridad y agarro un cuchillo de un cajón. Se acercó lentamente a la puerta, sin hacer ruido. Los golpes seguían cada vez más fuerte. Aunque la voz exterior ya se había silenciado. Federico pregunta en voz alta: ¿Quién es? Los golpes de la puerta cesaron. Por un momento volvió el silencio acompañado de la caída de la gota. Federico deseo que aquel hombre se hubiese ido. Pero una voz clara y gruesa hablo: “Dígame, por favor, ¿Es usted el señor Alejandro Barrientos? La voz era extrañamente cordial y formal. Federico no entendió que venía aquella pregunta y que tenía que ver con él. “Discúlpeme un momento”. Se dirigió a la habitación.  ¿Quién podría ser ese Alejandro? ¿y porque precisamente le buscaban a esta hora? De nuevo la sombra de un posible amante pasó por su cabeza y empezó a martillarle. La imagen de ella besando a un extraño se impregno en su mente de una manera dolorosa.

Al llegar a la puerta se encontró con que Camila estaba escondida detrás de la cama. “¿Quién es Alejandro Barrientos?” pregunto inquieto y con desagrado. “Es el vecino Fede, el vecino de al lado. Un viejo cuarentón que siempre me mira las tetas cuando paso por su lado”. Federico se tranquilizó y alejo las dudas. Volvió a la puerta y dijo: “No es acá. Es en la puerta de al lado”. La voz gruesa respondió: “Disculpe”. Luego el silencio volvió y las pisadas indicaron que el sujeto se había ido. Federico suspiro. Luego fue a la cocina y dejo el cuchillo. Se rio pensando en lo que había pasado y en lo tontos que habían sido. Regreso a la habitación. Camila lo miró expectante agarrada a la cobija y temblando en silencio. Él se acercó con una sonrisa victoriosa y le dijo que ya se encargó de que el loco se fuera. Ella lo abrazo y lo beso. Poco a poco se empezaron a esfumar los temores. Volvieron a juntar sus cuerpos y el ritual se reanudo. Se olvidaron de aquel sujeto perturbador y de nuevo la pasión venció al miedo, apoderándose de sus cuerpos hasta caer rendidos y dormir más allá del amanecer

Al otro día se levantaron, se bañaron y se vistieron. Se habían levantado de muy buen humor y de vez en cuando Federico hacia algún chiste de lo que había pasado la noche anterior. Desayunaron unos huevos con panecillos y se prepararon para salir. Abrieron la puerta. Federico le dijo a Camila que  si quería, más tarde podían ir a cine a ver la última peli del superhéroe yanqui de turno. Pero Camila no le miraba, tenía los ojos abiertos de par en par. Federico no entendía su reacción. Al frente había unas pocas personas que empezaban a reunirse alrededor de algo. Al principio no logro visualizar bien que era. Pero luego percibió asombrado el enorme charco de sangre que salía de la puerta del vecino y de nuevo una gota empezó a caer lentamente en su mente, pero no era ya una gota de agua, sino una gota de sangre, que desbordaba todo, su mente, su cuerpo, de muerte y placer.

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