(Suicida, Andy Warhol)
Bogotá, jueves 20 de
junio de 2013
Querida hermanita,
Parece que fue ayer la ultima vez
que nos vimos. Sin embargo han pasado ya bastantes meses desde entonces. Tengo
tantas cosas que contarte. Tantas que nunca te conté. ¿Por dónde empezar? ¿Cómo
llegar a ese punto crítico, a ese lugar de ruptura que implico una caída sin
retorno? No sé por dónde empezar. Tal vez las palabras ya se han evaporado y en
mí solo quede ese dolor indescriptible que sacude cada una de las fibras de mi
cuerpo. Una oscuridad sin nombre, sin sabor, ni color. ¡Fíjate! Ayer salí a la
esquina, a aquel mismo restaurante donde solía almorzar todos los domingos,
quise ir por última vez para comprobar si aún quedaba algo. La chica linda que
normalmente atendía había sido cambiada, en vez de eso una mujer anciana y con
una profunda displicencia se acercó, me miro detenidamente y luego me recito el
menú del día. Pedí un pollo al verdeo. Aquel que por mucho tiempo fue uno de
mis platos favoritos, hoy me supo rancio, desnutrido, a colchón molido. No
termine todo el plato. A los cinco minutos ya estaba corriendo lejos, fuera del
local y de aquella que había sido mi vida y que hoy me parece tan lejana, tan
extraña.
Pero no fue solo el plato, no, mi
querida hermanita. Había algo más. Ese sabor amargo y desabrido se expandía a
todo. Mi trabajo en el banco, las películas que veo, la gente que conozco, los
partidos del domingo y hasta el sexo, ¡todo! Todo tiene tan pésimo sabor. Mi
trabajo es monótono, ruin. La misma gente, los mismos reclamos y los mismos
números deambulando en una eterna danza que solo pueden provocarme náuseas y
malestar. ¿Cambiar de trabajo? Solo es una excusa para cambiar mi propia
monotonía. Todas las personas con las que ahora hablo, todas me parecen tan
falsas y vacías. Usando mascaras todo el día, intentando aparentar o ser lo que
no son con sonrisas postizas. Discursos llenos de mentiras hacia los demás y
hacia ellos mismos. Los mismos temas de conversación regresan una y otra vez en
un ciclo enfermo, que la situación del país, que lo mal que lo está haciendo
Santos, que el último partido que perdió el verde, que lo lindas que están las tetas de Mariana.
¿Cómo pueden aguantarlo?
Claro supongo que aún quedan
algunos escapes, que el porrito, que el arte y la música, que la Iglesia
histérica y su dios. Los intente probar
todos, ninguno me lleno, más bien me desbordaron y sacaron otros monstruos de
mí, que aún me sorprendo, cuando me miro al espejo y sé que están allí, en mi
interior. Soy lo confieso, un cazador del instante, un navegante de lo
fortuito. Solo he encontrado felicidad en pequeños microsegundos, en el punto
culmen de un solo de David Gilmour o en el pleno orgasmo cuando me vengo en las
nalgas pequeñas y juguetonas de Marcela Bahamón. Pero esos microsegundos ya no
están. Se han ido. Hasta esos pequeños placeres, carecen de sentido ya. Pues
todo tiene un valor. Todo se mueve bajo la lógica del capital, y ni eso tengo
ya, solo deudas, que creo que nunca pagare ya.
Recuerdo cuando me dijiste, que
pasara lo que pasara, siempre podría contar contigo. Eres quizás lo último que
me queda. Aún tengo ese recuerdo cuando eramos niños, que me quede encerrado en la
habitación a oscuras. Grite y grite y nadie me abría. Lloraba. Yo sentía que un
monstruo terrible, de tres ojos y cinco tentáculos venia por mí. Pero tú me abrías la puerta valientemente y me tendías tu mano. Me decías que tú estabas
ahí y que el monstruo malo se había ido. Luego me abrazabas y me cantabas:
“Niño bonito, niño angelical, dame un besito, dame una sonrisa de verdad”
Entonces yo sonreía. Me creía protegido. Creía que nada podría derrumbar la
unión de los dos hermanos. Hoy sé que no es así. ¿Por qué te fuiste hermana
mía? ¿Por qué ya no me hablas? ¿Por qué me ignoras? ¿Qué fue lo grave que hice?
Cuando me duele haberte perdido, aquella voz que lograba apaciguar las
tinieblas y los demonios. Tal vez deba entenderlo. Tú tienes tu vida, estas
casada, tienes al pequeño Juan. Tus preocupaciones son otras y tu hermano no es
más que la parte de una fotografía olvidada, que se asienta en tu sala, con
olor a viejo y telarañas sin fin. Yo hoy ya no tengo más. Más que el silencio.
Adiós para siempre mi querida hermana. Te quiere y te querrá siempre.
Andres.
PSD: Espero esta carta te llegue
a tiempo o quizás no. Las cartas no están necesariamente condenadas a llegar y
yo me someto a los designios del caos y el olvido.