Me gusta acobijarme en las mañanas
Mirar las nubes y buscar conejos
Tomarme una taza de chocolate caliente al amanecer
Pero no me gusta
El ruido de los carros que despierta del ensueño
La multitud disonante
Los gritos que se pierden en el vacío
La urbe y su canción
Me gusta el silencio
La tranquilidad de una biblioteca
Cantar en mi cuarto
explotar mi soledad
Pero no me gustan
Los rostros falsos
Las compañías que no germinan
Y sobre todo…
No me gustan las mentiras
Artefactos destructivos
De palabras sin miel de vida
De crepúsculos sin luz
Me gusta el sabor de los pasteles de plátano y bocadillo
del arroz con pollo y morrón
Me gusta creer que existe un sabor alephico
Donde se reúnen el helado y la lenteja, la pizza y el frijol.
Me gusta leer a Borges
Bolaño, Deleuze, Dostoievski
Sumergirme en sus laberintos de tiempo
Devenir de poeta, compadrito, asesino
Devenir de perro, roca y halcón.
Me gusta escuchar Pink Floyd
Porcupine Tree
Piazzola
Sumergirme en el delirio de sus notas
Cerrar los ojos
imaginar mundos de colores diferentes
y perderme ahí
y no volver nunca más
Pero no me gusta leer
casi ningún best-seller
Son alimento de cerdos
Manteca de papel
No me gusta escuchar
El reguetón y el ruido
La música tautológica que se repite sin sentido
Que destruye el silencio
y su templo de bocas cerradas
Me gusta el olor de los libros
El olor del asado
El de tu cuerpo sin perfume
Soy adicto a tu cuerpo
Violonchelo sagrado
A tus besos embriagantes
A tu espalda río
A tu pubis de cristal
Pero no me gusta
Tu ausencia en invierno
La irrupción del viento que te lleva lejos
A las montañas
En un pueblo rodeado por un verde cafetal
No me gusta y no me puede gustar
Esa ausencia
Pero mientras tanto
Me gusta pensar
Que tal vez haya un beso que viaja las montañas
Que llega a tu ventana
Que entra sin permiso
Y se estampa en tu cachete
En tu rostro de sílfide
Pálido y etéreo
Ajeno a esta realidad.
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