Arde llama, quémame, devórame...
cada significante una nueva carga
connotación quimérica de mi realidad
ígnea sombra que me deconstruye
No queda nada más de mí
solo la brisa del laberinto.
No lo encuentro, claro helicoidal
huella iterable de sueños profanados
Allí, donde anhelo desaparecer, al fin,
sumergiéndome en el pasadizo cavernoso de tus piernas ancestrales
El camino sigue, descendente,
a través de la espiral asteriana de centro finito, regular.
Podría girar una y otra vez, como un demente,
pintando añil, las paredes sarracenas, cubiertas de aserrín
Así color podría darle, a este delirio obtuso,
que a mi ser deja ambiguo, inconcluso.
Pero el centro me interesa, a el ansioso llego,
en busca de respuestas contundentes,
que tengan un sabor agrio, de anhelos.
Yo te vi allí, sola, juguetona, coqueta, indefinible,
un sol que se apaga en medio de la tempestad.
Tu sonrisa ya no es aquel, dulce cáliz crepuscular,
solo es el crescendo de mi reflejo,
fragmentos de un mismo espejo, simple veleidad.
¡Ah triste agonía! ¡Devenir perpetuo!
Ese día fuiste mi panacea, fuiste mi delirio,
el polvo perdido, un anciano sirio.
Iluminaste la sala, recinto marmoleo,
donde se yuxtaponen Thanatos y Eros.
Que solo son condicionantes rizomaticos de tus indecisos labios
que se chocan y entrecruzan con mis pensamientos arbóreos.
Si lo sé, una terrible, pero mal articulada avenencia.
Si supieras lo que me sorprende lo fácil que es hallar
ese terrible punto sensible, que te sacude, que te fractura,
que te transfigura en otro...
en ese otro ser decadente antítesis sonámbula de iris blancos.
Pero, ¿puedo evitarlo?, protervo es mi deseo
serpiente multicolor
que a tus pies de piedra, genera un temblor.
Arrancar tu piel, acuchillar tus besos
que no quede nada, tan solo rojos cerezos.
Los que macizos, suaves, cuelgan de tus corneas sibilas
edénicos manjares, suculentas pupilas.
Solo ello existirá, en el instante, en el momento.
Todo lo demás separado por una pared oblicua,
de un color bacterial, que tu alma corroe y evita.
Un abismo infranqueable que tus sentidos y tu hybris exacerba.
Allí, lo único, inmutable,
será sudor, será cuerpo, será gloria, de tu pubis imperfecto.
Pronto me desvaneceré, despacio, tautológicamente,
cada significante a mi asociado, juguetón desaparecerá.
No puedo evitarlo, es control de la deidad falica,
de aquella floja, ebria y perezosa,
que al ajedrez con la magna parca juega en un altar.
No me queda más que seguir crepitando, ardiendo,
hasta que solo queden cenizas…
y la última humareda de un imposible
de una verdad.
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