Despedida de la Maga

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Sobre "Devenires Prosaicos":

Devenires Prosaicos es un espacio por y para la literatura. Un espacio en el que planeo compartir reflexiones, fragmentos, poemas y cuentos. Deseo entonces dejar aquí escritas algunas pequeñas huellas, mis propios trayectos, mis propios devenires ¡Sed bienvenidos a devenires prosaicos!


martes, 16 de octubre de 2012

LA BUFANDA CARMESI



Una pequeña gota cayó sobre la palma de su mano, juguetona y resbaladiza cayo en medio del asfalto, en medio de una ultima despedida. La miro triste y pensativo. Llovía con desgano, como si el cielo mismo tuviera ya pereza de seguir regando la malagradecida tierra. La gente a su alrededor caminaba en silencio, sonámbula, obnubilada, encerrada en sus propios pensamientos y preocupaciones, acerca de capital, futbol, amor y algún otro agenciamiento perdido. La urbe los absorbía todos y creaba esa ilusoria comunidad, ese extraño territorio en el que ahora se movilizaba. Federico miro a su frente, hacia rato que esperaba el colectivo 132, que en plena hora pico se demoraba más de lo normal. A su lado una señora obesa y un individuo extranjero que no lograba reconocer su procedencia emitían gruñidos y miraban fijamente de un lado a otro.

Se dio cuenta de que el colectivo se acercaba, Federico contento alzo la mano. En verdad tenia afán, llegaría tarde al trabajo, no era en definitiva un día para quedarse quieto. El colectivo paso burlón sin que el conductor siquiera dirigiese una mirada al paradero. Estaba completamente lleno. “¡Que montón de boludos!” pensó con rabia Federico que deseo en aquellos momentos que el colectivo chocara o se estropeara la mano al conductor. Tenía en verdad mucha rabia y molestia ante aquella situación. La señora gorda empezó a quejarse y acusar a algunos políticos del desorden y el caos vehicular de la ciudad. Federico suspiro. Decidió no quedarse en aquel lugar, calmarse y no convertirse en algún otro histérico más de los que pululaban por Buenos Aires.

Emprendió su camino y empezó a caminar por la calle Rivadavia, supuso que al final no había otra salida. El caudal de lluvia no mermaba, pero tampoco subía. Era el mismo lento repicar de gotas, esto sumado al frio y al fuerte viento húmedo, hacia de aquel un perfecto día para quedarse encerrado en casa, tomando mate o abrazando a la novia debajo de una cálida cobija de lana. Pero no, no todos tenían esos derechos. Federico debía laborar y sabia que le esperaba un buen regaño en la oficina. No era realmente una perspectiva muy agradable. El viento soplaba con tanta fuerza que sentía como si una pequeña estalagmita le saliera de la nariz.

Nadie prestaba atención de Federico que se movía apurado, los demás parecían sombras que se perdían en medio de la bruma, era imposible registrar un rostro y guardarlo en la memoria, pues cuando se volvía al siguiente parpadeo el rostro había desaparecido y la sombra también. Federico, miraba a todos lados, pero no parecía percibir la existencia sombriatica de los demás y de si mismo, hormiga de la urbe y de la capital. Sus pensamientos se perdían en medio de cálculos, planes y rastreos de lo que haría a continuación. Caminando con otros por la acera, Federico también se perdía en medio de la niebla, era parte de esa bruma que permitía perderse a cualquiera, desaparecer.

Sin ser consciente de ello, tal vez deseando su propia desaparición Federico cruzo la calle rápidamente con el semáforo en verde, justo antes de que pasara un vehículo marrón. El conductor furioso le grito: “¿Qué te pasa pelotudo? ¿en que estas pensando? ¡Perdete antes de que te agarre a piñas a vos y la concha de tu madre!” Federico lo miro con gesto sorprendido y ofendido pero prefirió no contestarle y meterse en una disputa inútil, el tiempo apremiaba. Así que continuo su deambular por el sendero peatonal que esperaba se terminara pronto, para llegar al fin a su trabajo, ese trabajo que en aquellos días se le hacia tan lejano y pesado como una isla perdida en el océano, arriesgando cada día su propio subsistir. Después de todo él  siempre se había sentido como un naufrago, como alguien a quien su entorno le parecía extraño y que luchaba por adaptar.

Caminando se da cuenta de una extraña mancha que sobresale en su chaqueta. Una paloma se había cagado en su chaqueta. Federico esta furioso, agita las manos, maldice. Una anciana que pasa lo mira fijamente con cara de vergüenza. Pero a él no le importa, levanta su maleta, saca un pañuelo, se limpia lo mejor que puede y procede su camino. Deja de mirar al frente, trata de no pensar en nada, sus pasos se mueven rápida y caóticamente. Camina esquivando transeúntes, carros y repartidores de volantes. Lo importante es llegar a su trabajo. No debe pensar, no debe importarle que más le traiga la urbe, cada quien tiene un objetivo y él tiene el suyo, hacia allí mueve sus pasos, como si hubiera una puerta a punto de cerrarse, como si fuera el ultimo día y quedara una misiva por responder .

Así hubiera seguido todo el camino, si no hubiera sido por un incidente. Concentrado como estaba no vio la mujer de chaleco y bufanda escarlata que también con prisa se movía a su frente y mirando hacia el suelo. El choque era inminente. Ninguno de los dos pensó en aquel momento, lo audaz y extraño de aquel acontecimiento, ninguno lo previo, ninguno lo planeo. El flujo de la vida misma creo el colapso y el estallido de sus cuerpos al encontrarse de frente, sin barrera, sin freno, ni razón. Ella cayó al suelo y su bolso también dejando caer algunas cosas de su interior como elementos de maquillaje y algunos papeles. Federico intento recomponerse rápidamente, tratando de analizar el golpe y la nueva situación. Se preparo para darle la mano y pedir disculpas como se debía, así recibiera un grito como respuesta.

- Lo siento- dijo ambos al unísono

Federico se sorprendió, alzo las cejas. Ella también había pensado que había tenido la culpa, ¿Pero la había tenido realmente? ¿Era otra hormiga esclava, otra termita perdida buscando roer un poco de sueños que la urbe soltaba a los transeúntes? Tal vez lo fuera, tal vez no. No había mucho tiempo para pensar. Ella tomo su mano y se levanto, lo miro a los ojos fijamente. Luego bajo su rostro y dio las gracias. Se preparo para proseguir su camino. Federico se detalló los rasgos de su cara, tenia una cara limpia, unos ojos pequeños y tristes y unos atractivos labios carmesíes que no necesitaban mucho labial para encenderse y que combinaban perfectamente con su bufanda.  ¿Sentía atracción física por ella?, no, no era ese tipo de atracción, era más bien como un enigma, como el enigma de lo inesperado, de lo fortuito.

Mientras esto pensaba ella ya se encontraba a media cuadra de distancia, el no aguanto y grito:

- ¡Espera!

La mujer se detuvo.

- Quizas…podríamos tomarnos un café- dijo en un repentino impulso

- ¿Café?- le dijo ella, como si no comprendiera lo que quería decirle

Federico se asustó, ¿Qué le había motivado a hacer tal propuesta?, tenia que ir a trabajar y además era posible que ella también tuviera afán. Seguro lo miraría como un loco, no se hace este tipo de propuestas a alguien en la calle.

- Yo…lo siento, no quería…

De repente el gesto de ella cambio, lo miro fijamente, detallando su rostro en silencio. Federico la miraba entre extrañado e inexpresivo, como un niño que espera que se baje el telon de su show favorito. Luego de repente, como un estallido en medio del desierto, ella empezó a reírse. Su risa era misteriosa y extrañamente confortable.

- Esta bien, supongo que puedo sacar unos minutos…¿Cómo te llamas?- pregunto entre risas

- Federico. Federico Restrepo

- Un nombre y un apellido muy extraño- dijo jugando un poco con su pelo- ¿no eres de por aca verdad? ¿de donde eres?

- ¿Yo?- dijo Federico fingiendo susto- Soy un honroso ciudadano de Buraydah

- ¿Dónde queda eso?- pregunto ella curiosa

- Arabia

- ¡Que tontería! No tienes pinta de árabe- dijo riendo

- ¿No? ¿y si me cubro con mi bufanda asi?

- Que Boludo que sos- dijo riendo

- ¿Cómo te llamas tu?

- Sofia, me llamo Sofia

- Ven, vamos a tomarnos ese café

Buscaron un café medianamente decente y económico, entraron y se sentaron al lado de la ventana. Una muchacha joven se acercó y les solicito que iban a pedir. Pidieron dos cafés y dos media lunas, ella lo pidió cortado. Se miraron un momento sin decir palabra alguna, aun temerosos de la determinación que habían tomado. Luego comenzaron a hablar animadamente, primero de los típicos temas que hablas cuando conoces a alguien por primera vez, ¿estudias o trabajas? ¿Qué te gusta escuchar? ¿Dónde vives? que dio pie a que ambos, desconocidos en medio de la urbe, se dieran cuenta de algunas afinidades y desencuentros. Pero pronto Federico se dio cuenta que hasta el menor desencuentro parecía ser simplemente una pieza de rompecabezas en una inevitable conciliación, se complementaban muy bien. Se pregunto como era posible que existiera alguien como ella, si tal vez todo era un sueño o una ilusión.

La conversación fue seguida de risas, uno que otro chiste y algunos breves coqueteos. Ambos escuchaban rock y salsa. Ambos leían a Julio Cortazar, a Macedonio Fernandez y a Fernando Vallejo. A ambos les gustaba tomar leche caliente por la noche. Ambos les gustaba estudiar con atención los rostros de las personas en el autobus. Ambos se imaginaban su casa con una hamaca y un gato. Ambos se reian viendo videos comicos en el youtube. Ambos preferían las películas de suspenso, drama como psicosis y 500 days of summer. El tenia un tic en el parpado izquierdo que extrañamente se complementaba el del dedo anular derecho de ella. A el le gustaban las comidas que tuvieran carne, ella prefería los vegetales. El le dijo en broma que si volvían a salir, el le regalaría sus vegetales si ella le daba su carne. A el gustaba consentir y dar gusto, a ella le gustaba ser consentida y hacer feliz a su pareja. Ambos soñaban con una suerte de cama astral, alejada de la urbe que se convirtiera en un ligero tablero donde los cuerpos se jugaran su devenir ígneo. Y ambos veían los labios del otro como una posibilidad, como la posibilidad de iniciar un ultimo vuelo, antes del fin.

Entonces ambos sintieron que era un encuentro único, de esos que irremediablemente marcan tu vida y que recordaras años después cuando menos te los esperes, tal vez una tarde asoleada en el parque mirando como una anciana alimenta unas palomas o dos jóvenes se besan con inusitada pasión. Ambos se preguntaron donde había estado el otro, por que nunca hasta ahora se habían encontrado y que extrañas barreras eran las que los habían separado. Federico se imagino alguna especie de conspiración imaginaria en donde alguna  mano gigantesca parecida a la del icono del ratón de un pc, se encargaba de separarlos, de mantenerlos alejados poniendo trauseuntes, automóviles y contaminación visual para que no fuera posible su encuentro

Luego de terminar el café, ella le dio su número de teléfono y prometieron volver a verse. Ahora había que salir del breve espacio de encantamiento que había creado en aquel momento y volver a sumergirse en la bruma de la multitud incomprensiva. Federico salió del local y miro el pequeño papel que ella le había dado:

1567228014-SOFIA

Feliz empezó a entonar una vieja melodía conocida, mientras la ciudad parecía llenarse de vivos colores y promesas de fuego pasional. Así, pensó que la caminada había valido la pena. No le importo tener que llamar a su trabajo, inventar una excusa por su ausencia y recibir el regaño del jefe. No le importo que por la tarde lloviera como si el cielo aborriciera su felicidad. No le importo llegar a su viejo monoambiente, encontrar la nevera vacia e ir al supermercado chino mas cercano en búsqueda de algo de comida fácil de hacer. No le importo prender la tv y ver que su equipo habia perdido 3-1 en el clásico frente a su rival. No le importo encontrar ese dia su almohada dura antes de dormir.

A los tres días, volvió a llamar a Sofía. Salió animado a un locutorio y marco el numero. Mientras esperaba el leve repicar del teléfono penso en besos, en deseos, en canciones, una de ellas se repetía rebotando como un eco en su cavernoso corazon,. A la primera no le contesto. Supuso que estaría ocupada o tal vez no habia escuchado el celular. Asi que hizo un segundo intento. Tampoco funciono. Una sensación de tristeza, frustración y miedo empezaba a invadirle. Tercer y último intento. Dos repiqueos. Esta vez contesto la voz gruesa de un hombre. Al principio no supo como reaccionar. Luego pensó que podría tratarse del padre o de algún hermano. Asi que con tono de valentía pregunto por Sofia. El hombre con voz extraña y bastante molesta, le contesto que estaba equivocado y colgó.

Federico se quedo estupefacto, sin saber que decir. ¿Acaso todo había sido un engaño? ¿ella le había mentido? Pero si todo parecía tan perfecto. ¿Qué significaba esto? Por qué de repente habia una irrupción maldita, de un enorme sinsentido. ¿O era solo un ingenuo? Se sentó en una banca, descansó un momento. Su cabeza se torno cabizbaja y pensativa. Pensó que aquella no era cualquier mujer, era LA mujer. Suspiro. La vida debía proseguir. Se lamento por ser tan idiota y haber creído. Por un momento había sido débil y la ciudad se lo había cobrado. El gris del cielo entonces se hizo mas turbio, mas abrumador, mas demencial. Se levanto, miro su agenda y puso manos a la obra para hacer las últimos tramites que le tocaba hacer hoy.

Sofia miro por séptima vez su celular, ninguna llamada, ningún mensaje, nada. El teléfono se mantenía en su posición engañosa, silenciosa, estoica. No entendía por que no la llamaba. Le había dado su teléfono. Su día se iba lento y pesado en la oficina. La espera de la anhelada llamada hacia de cada minuto, una constante tortura. Suspiro con tristeza. Sentia que algo habia acabado de quebrarse, quizás la creencia en una ultima fantasía de amor. Una lágrima intento asomarse en su ojo izquierdo, pero no tuvo la suficiente fuerza. El paladín de los símbolos y la razón la había derrotado.

Se enfoco de nuevo en su trabajo, no habia tiempo para pensar en amores fugaces, era una estrella que extinguia en lo alto del cielo. El dia volvia a su normal transcurrir. Sofia escribió algunas cifras en un papel, sin saber que había sido precisamente un numero el que la habia traicionado. Un inquieto 6 se anoto donde debía ir un 5 y asi el numero equivocado a Federico abrigo en su red. Lo que vino  después pertenece a los designios del tiempo y del insomnio.

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Un anciano camina por la calle, su paso es lento, conciso. Ya no tiene afán. Ya el tiempo no le importa, para el solo es un muerto más, al que en algún momento él también se unirá. De repente la vida se le ha hecho un sueño disparejo, donde no sabe si duerme, vive o se agita. Su mente ya no alcanza, no verbaliza lo suficiente. Se mueve en el caos de la ciudad, que es lo único que permanece casi intocable con el trascurrir de los años. ¿Qué fue la vida al fin y al cabo sino un sucesivo caos de personas, sueños frustrados, viejas bromas y promesas vacías?, todo se esfuma, todo se va, nada queda.

Y entonces mientras camina ve al frente a una mujer, una anciana que se le acerca. Estuvieron a punto de colapsar, pero por alguna razón ambos logran parar a tiempo. Se observan detenidamente por un segundo. Y entonces como un rayo, como una fuerza centrifuga que se origina en algún lugar de la memoria, hubo una explosión, un breve parpadeo. Así aconteció cuando Federico en su lento caminar, reconoció una bufanda carmesí. Cuando se dio cuenta que un seis podía travestirse de cinco y que los recuerdos viven más allá del hombre, intangibles, en su devenir.

1 comentario:

  1. Encuentros y desencuentros: muy pronto, demasiado tarde, equívoca lectura de signos.

    Las palabras que usaste para el final son las más bellas de todo el relato. Te veo allí inmerso y me gusta mucho ir reconociendo el color de tu estilo.

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