Ella camina por el bosque
Traviesa desaparece
Tras los troncos
De pinos, robles y arrayanes
Él la busca
Intenta atrapar
Un poco de su estela carmesí
De la torpe luz
Que queda bajo sus zapatillas
Entona la canción
Que le enseñó su abuela
Mientras agita suavemente
La canastilla de galletas y tortas
Pero ella levita
No habita la tierra
Su paso es danza
Sobre los campos
De crisantemos y margaritas
Sus fauces se deleitan
Con el sueño de la caída
Sus largas orejas
Escuchan atentamente
La profana melodía del deseo
La infancia es un relato
Escrito en el tallo de un eucalipto
Allí se queda, incólume
Cuando la mujer abre sus pétalos rojos
El lobo es testigo del milagro
Obnubilado
Agita sus garras y hace el último intento
No hay preguntas
No hay respuestas
No hay reloj
Solo el mordisco impetuoso
De un querubín hambriento