Despedida de la Maga

Despedida de la Maga

Sobre "Devenires Prosaicos":

Devenires Prosaicos es un espacio por y para la literatura. Un espacio en el que planeo compartir reflexiones, fragmentos, poemas y cuentos. Deseo entonces dejar aquí escritas algunas pequeñas huellas, mis propios trayectos, mis propios devenires ¡Sed bienvenidos a devenires prosaicos!


lunes, 18 de febrero de 2013

Tomar Conciencia Política





Hoy me he propuesto hacer una breve reflexión sobre el presente político y económico de nuestro país. Luego de múltiples experiencias que me han llevado a conocer la forma en que funciona los sistemas de poder en el resto del mundo, hay algunas cosas que se han abierto y que inquietan hoy mi mente. Lo primero es que te sientas en un parque en cualquier ciudad o pueblo, o sales a recorrer las carreteras colombianas, ¿y qué es lo primero que vez? ¿Violencia? No, por supuesto que no. Nada más falso que aquel mito que han grabado en nuestras mentes de que por nuestra trágica historia de guerras, masacres y asesinatos somos una cultura por naturaleza violenta. No existe tal cosa como un gen “violento”. Hay azares e incidencias de la cultura que son definitivos.

Pero no es ese el motivo de mi reflexión, retorno a mi pregunta, ¿Qué es lo primero que se ve, cuando se recorre el país? Si se es buen observador, podemos ver la inmensidad de recursos naturales de todo tipo (agricultura, minería, hídricos, ecosistemas, ganadería, petróleo, etc) que se distribuyen por la vastedad del territorio. Teniendo en cuenta esto, uno se pregunta, ¿Por qué? ¿Por qué si nuestro país es más rico en recursos que otros de Latinoamérica hay un índice de pobreza y desigualdad tan grande? Las respuestas que daría el sentido común y la persona que hay en la calle es simple: se la roban o se la gastan en dar bala. ¿Argumento sencillo verdad? Pero el asunto en realidad es más complejo de lo que el sentido común quiere ver. Intereses monopólicos, enormes multinacionales, abusos por parte de particulares, robos, sobornos y mala administración de los recursos son algunas de las razones que se podrían invocar aquí. Todo esto conectado a nuestros principales empresarios y políticos, que se siguen riendo del país en la cara y nadie parece siquiera gritar con furia: “LA CHIMBA!!!”.

Reflexionar hoy sobre política colombiana se ha vuelto un poco tautológico. Siempre sobresalen los mismos problemas: corrupción, guerra, violencia. En verdad pienso que somos muy conscientes de los problemas que aquejan a nuestro país, pero ignoramos dos cosas, primero la dimensión de estos y segundo la solución definitiva de estos. Nos conformamos con una simple queja en reuniones de señoritas de te, diciendo: “este país nunca va a cambiar” “por eso estamos como estamos” y cierta discursividad que solo conduce al conformismo y la idea errónea de que con una queja ante nuestro grupo de amigos, ya hemos hecho algo. ¡No!, deberíamos de indignarnos, gritarlo a todo el mundo, madrear, hijueputiar si es necesario. El silencio y el conformismo forjados por los medios de comunicación es lo que ha posibilitado que el régimen actual manejado por una élite de derecha siga manteniendo estos altos índices de pobreza, violencia e iniquidad social.

¡Que estupidez pienso!, en verdad pienso como Borges, que ser colombiano es un acto de fe. En un país fragmentado, con tremendas rivalidades culturales, es imposible construir algo parecido a una nación. Por qué a nosotros mismos no nos preocupa lo que pase con esta. No hay un sentimiento de unidad, más bien una individualidad egoísta y adyacente. ¿Cuándo entenderemos que es necesario luchar juntos? Por qué la lucha del salmón solitario contra la corriente está condenada siempre a fracasar. En verdad es cierto que todos pensamos distinto y forjamos una visión distinta de la vida, una relación diferente con el mundo. Pero unificando ideas, por más leves y suaves que sean podemos provocar una bomba, una bomba como lo que pudo ser la ola verde hace unos años, pero que se cayó debido a sus propias contradicciones y peleas internas.

Yo tengo una idea distinta de país, a la que tienen Uribe, Santos y nuestra clase dirigente. La excesiva territorialidad y regionalismo solo ha creado odios y conflictos. Acabar con estas rivalidades de años es primordial para solucionar los problemas del país. No digo que sea una solución definitiva, pero es un buen comienzo, para crear la tolerancia necesaria para poder llegar a la paz. Hoy por hoy me siento desgastado, siento que las mismas discusiones persisten en el ambiente y que todos seguimos siendo esclavos del mismo poder, de ese poder mezquino y traicionero que se sigue poniendo en las más altas esferas del poder. Poder de tipos como Santos, Ordoñez o Uribe y toda la clase política y económica que está detrás de ellos y que utiliza su influencia para que sigan siendo elegidos una y otra vez. Es en verdad la democracia, un sistema con muchas fallas, pero por ahora es lo único que tenemos y los mismos recursos que utiliza el poder para permanecer intocable, son los mismos recursos que podemos utilizar para tumbar ese poder.

Hoy quiero, más que hacer una crítica a los políticos de siempre y señalar sus escándalos (para-política, falsos positivos, corrupción, sobornos y chantaje, atentados, aumento desorbitado de sus sueldos) muchos de ellos conocidos ampliamente por todos; es hace una invitación a que tengamos una mayor consciencia política, que nos preocupemos más por lo que pasa en nuestro país. No caer en el nihilismo y el olvido. Tomar posición. No hay nada de vergonzoso en ello. Somos animales políticos y sea cual sea el sistema en que estemos inscritos, siempre existirá política, porque siempre habrá un ansia del hombre de ser el amo del otro, lo que Hegel llamaba la dialéctica del amo y el esclavo. Negar el instinto y el deseo de poder insertos en todos los seres humanos es un absurdo. Hay que luchar por construir más que un paraíso o una utopía que nunca va a existir (como la plena y absoluta igualdad o el sol anarquista) buscar un mundo que sea posible y que mejore nuestras condiciones de vida (salud, educación, servicios básicos, paz, etc) y de formarnos como una comunidad, en cierto sentido, como una multiplicidad. Se debe utilizar cualquier mecanismo que nos permita llegar a estos objetivos.

Si Uruguay pudo elegir un presidente como Mujica que dona casi todo su sueldo a causas filantrópicas, si en Islandia suspendieron a todos los políticos y banqueros. ¿Por qué Colombia tiene que seguir siendo un imposible en todos los sentidos? ¿Por qué no podemos creer algún día, así sea en un recóndito rincón de nuestro territorio se asentara un poco, de tolerancia, resistencia y bienestar para todos? Quizás sea por ese solo rincón, por ese solo pequeño y diminuto espacio, que debemos seguir luchando. Si no, nos quedaremos enterrados en el pasado y el conformismo nos hará devenir maquinas-autómatas, sin prospecto, sin pensamiento, sin existir. Con una crisis social enorme, un alto indice de miseria y sin un motivo valido para vivir.

Yo no deseo eso, ¿Usted si?

viernes, 8 de febrero de 2013

El Huerto Escondido




¿Dónde estaba?, no recordaba aquel sendero, llevaba mucho rato caminando por el bosque. Creía haber seguido la ruta que había establecido el guía para no perderme, pero no recuerdo haber visto aquellas pequeñas flores rojiazules que crecen burlonas a mi alrededor. El sendero era musgoso y colorido, lleno de pequeñas flores de muchos colores y formas, con algunos pequeños insectos especialmente luciérnagas, grillos y algunas hormigas moviéndose alrededor. Había algunos arbustos llenos de unas pequeñas bayas rojizas que no debían ser en lo absoluto digeribles. Algunos helechos y una que otra orquídea que podría desafiar el más importante concurso de flores. Enormes pinos se alzaban orgullosos, pero tenían poco muérdago o hierbas cerca de sí. Al lado, se erigían dos hermosos guayacanes, con algunos pájaros rojos, canarios y ruiseñores moviéndose alrededor.
Esta parte del bosque se me hacia extraña, particularmente distinta a las demás. Parecía no tener conexiones con las demás, no combinaba, no tenia nada en común con el resto. ¿Qué lo hacia distinto? No podría definirlo, pero en definitiva no había rima, no había unidad, era en cierto sentido grotesco, repulsivo. Pensé en alejarme inmediatamente, pero confieso que al mismo tiempo que me repelía aquel lugar ejercía en mí una atracción irresistible, como un suculento manjar o un cuerpo femenino desnudo recostado sobre un lecho azul como el mar.

¡Que contradicción! ¡Que era aquella extraña sensación! ¿Y este lugar maldito? Había dejado a mi novia y a mis amigos solo un momento y ahora me encontraba en ese lugar olvidado. También, era curioso el aire de renovación que presentaba el lugar respecto al bosque, donde todos los pinos y cedros daban la sensación de algo antiguo. Pero este lugar, parecía joven. Pero más como un joven siempre joven que permaneció escondido en algún lugar pretérito huyendo de la ancianidad. Un lugar donde la muerte y la vejez no podían llegar. Era impresionante que en solo un instante aquel espacio me generara tantas emociones encontradas. Era una lastima que hubiera dejado la cámara en el carro, ¡Que fotos hubiera podido tomar!

Continúe caminando, sin entender donde terminaría aquello. Aun que estaba preocupado por mi paradero, aun era temprano en el día y supuse que a pesar de todo gritando o caminando no tardaría en llegar a algún camino o calle que me llevara de vuelta a la civilización. Mientras caminaba veía como los arbustos de flores rojiazules tomaban fuerza y los colores de cada árbol se hacían más vivos. No, no había consumido ninguna clase de alucinógeno, no al menos que lo recordara y aun sentía estar en completo control de mis facultades. Entonces, ¿Por qué se transformaba de esa forma mi percepción?

Pronto me acerque que a un pequeño riachuelo que cortaba el camino y que provenía de una pequeña cascada que caía a mi izquierda de una inmensa roca  perpendicular con el musgoso suelo. Allí en medio de una piedra creí percibir una presencia, esto me alegro un poco, pues pensé que aquella persona me ayudaría a encontrar la salida de aquel lugar. Aun que me entristecía a la vez, porque parte del encanto de ese lugar era la sensación de vacío y de tener poca cabida para lo humano y lo subjetivo, lo que nos daba nuestro toque particular. Supongo que son pocos los espacios de la superficie terrestre a los que el hombre tenga vetada su entrada ya.

Pronto me di cuenta que no era una, sino dos personas y un caballo. Una de ellas parecía ser un delgado campesino de la región y el otro era un viejo robusto y barbado, con vestimentas coloridas, pero desgastadas. El campesino tenía un viejo sombrero roído y una guitarra, tocaba una canción. El hombre barbado cantaba feliz y se movía animado al ritmo de la música, mientras fumaba una pipa que bien podía ser marihuana o tabaco, pero no me quise acercar por el momento a comprobarlo. Me entretuve escuchando aquella pegajosa y alegre canción:

“ ¡chi, cha, chi,
Chicoli
Chi, cha, cho,
Chocolo

Ahí que rico, mi negrita
Vamos pue por esa arepita
No hay luz, no hay fuego
Solo hay mi tazón

Caminando, es trabajando
¡Que cansancio!, me escancio
Guapanela con arroz
Y mi arepita con sabor

Chi, cha,chi
Chicoli
Chi, cha, cho,
Chocolo

Si vieras, mi negrita
Lo que el sol me trajo hoy
Una piedra, un ruego
Y un poco de comezón

Rascame la espaldita
Con mucho amor
¡Te lo pido mujer!
¡Por favor!

AYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY

(El sujeto de sombrero hizo una breve pausa y el campesino siguió tocando sin parar, luego continuo alegre, pero con un toque algo enigmático)

¡chi, cha, chi,
Chicoli
Chi, cha, cho,
Chocolo

Vamos, vamos, mi negrita
Vamos vamos, corazón
Yo te llevo a mi casita
A mi huertico de color

Es un lugar muy especial…
No lo dejaras pasar…
Con cultivos de cebollita
Tomate y pimentón

Pero hay algo más, mi amor
Algo oculto…mágico…
Si te lo dijera, ¡Ay delicias!
Si no te lo dijera, ¡Ay dolor!

Terminado este último verso, el viejo término abruptamente la canción, tenia una cara triste, nostálgica. Luego pareció percatarse de mi presencia. Cambio sus gesto y me dirigió una sonrisa. Yo no atine a reaccionar.
-          Saludes soy Peskin, poeta, músico, vidente y divagante de la región- saludo el viejo orgulloso quien se levanto y me abrazo.
Debo confesar que tanta confianza de entrada además de abrumarme, me molesto un poco.  Lo mire desconfiado.
-          Lo siento, quizás no estoy acostumbrado a las nuevas maneras…llevo mucho tiempo por aquí, viviendo solo. Pero este no es un lugar para desconfianza y tristezas mi amigo…no me temo que no.
-          ¿De qué habla?- pregunte aun sospechando
-          ¡Oh me imagino que no lo sabe usted! Mire atentamente, no le parece extraño este lugar, esta zona especifica del bosque- dijo el viejo con una enorme sonrisa en su rostro
-          Si un poco, pero…
-          ¡Pero nada amigo!, esta usted cerca al maravilloso huerto escondido, siéntase digno, muy pocos llegan hasta aquí…
-          ¿Huerto escondido?- pregunte curioso
-          Si, vera…¿sabe hace cuanto no veo otra persona? Hace mas de 20 años…¡es maravilloso!. Mi único compañero es Arnoldo. Quien es mi conexión con el exterior y el buen Whitman
-          ¿Whitman?
-          Si mi caballo
-          ¿le puso a su caballo el nombre de un poeta?
-          Si, así es. Hace años ya, el comparte su espíritu, ¿verdad Whit?- dijo el sujeto y el caballo le respondió con un relincho.
-          Pero…¡Aun no me responde que es eso del huerto escondido!- dije con curiosidad
-          Todo a su tiempo…todo a su tiempo, le pediré que me siga…
-          ¡Oh no en verdad que no!- dije arrepintiéndome de mi curiosidad inicial-debo encontrar la salida
-          Pero sígame, no tardara un momento, se lo aseguro, ¡Deje la desconfianza! ¡y sea feliz!, venga tome un trago.
Saco una especie de licorera, la destapo y me ofreció un trago. Rechace la oferta. El sujeto bonachón se pego su buen trago, parecía ser ron, pero no estaba muy seguro de ello. Luego se puso a reír

-          ¡Que débiles que son los jóvenes hoy en día!- dijo con voz burlona- Venga ya, no soy el lobo y vos no tenes caperuza roja, ¿o si?, tomate uno

No tuve más remedio que aceptar. Efectivamente era ron. Luego me hizo una seña para que lo siguiera, al igual que al silencioso campesino que no abría sus labios para murmurar ninguna palabra, preso tal vez de alguna emoción encontrada o de una auto prisión del sentido. El campesino sujetó la rienda del caballo y siguió al hombre viejo que silbaba feliz. No tuve más remedio que seguirlo, en parte por que aquel huerto despertaba en mí una curiosidad adyacente y otra por que creía que tal vez ellos fueran mi ultima esperanza de un pronto retorno a las afueras de aquel bosque extraño. El sendero continuaba rodeado por diferentes arbustos bien cortados y pequeñas flores rojiazules, todos organizados dándole un aire regio, como intentando dar cuenta de una suerte de entrada al paraíso. Me hizo pensar que irremediablemente aquí había actuado la mano del hombre, seguramente se le quería dar un toque estético a la entrada del lugar.

-          ¿Lo nota verdad?- dijo el viejo mientras caminaba
-          Si por supuesto, es imposible no notarlo, me llama la curiosidad…
-          Piense en que todo panteón, todo templo merece una entrada digna para el que lo visite
-          Pero es solo un huerto…
-          Es más que eso me temo. Pero lo vera usted mismo, con sus propios ojos, amigo.
-          Tonterías, la verdad creo que…- intente reaccionar- es mejor que me vaya
-          ¡Vamos!, le prometo que luego le indico el camino de salida
-          Está bien- dije rendido
-          Que pasaría, ¿Si te dijera que en el huerto te espera una sensual mujer que daría gusto a todas tus fantasías?
-          Lo tomaría por un loco
-          ¿y si fuera cierto?
-          Quizás me dé una pasadita por el lugar…o dos…

El hombre empezó a reír a carcajadas de nuevo, su risa era de esas risas contagiosas, no pude evitar reírme también. El campesino no se reía, continuaba en su extraño mutismo. El camino se iba reduciendo a medida que avanzábamos haciéndose menos ancho.

-          Vamos Arnold, ríete- dijo el viejo en tono de reclamo - Que aburrido que eres…tenemos un invitado. ¡Ah! No te preocupes por el muchacho, siempre ha tenido ese humor.
Arnoldo no respondió.
-          Es solo un huerto mi amigo. Solo eso- dijo el viejo suspirando- un huerto para el olvido, el perdón y la música. Solo eso. ¿le gusta la música?
-          Desde luego, ¿a quien podría no gustarle?
-          Pues entonces, escuche…

El viejo callo, a medida que caminábamos algunos pájaros  e insectos, especialmente luciérnagas y cocuyos hacían algo de ruido. Pero curiosamente, el anciano parecía tener razón. Sus voces, sus canticos se articulaban formando una extraña melodía. No era una melodía armoniosa o perfecta, parecía más bien un lamento, un lamento vivido y emocionante. El lamento de un hombre que se tira al vacío, pero que siente que vuela una ultima vez antes de estrellarse con el asfalto. Era atrayente y al mismo tiempo terrorífico, pero era como todo en aquel bosque semi maldito semi paradisiaco.

-          Asombroso
-          A mi me encanta- dijo el viejo-te hace sentir vivo, diferente.
-          Creo que no puedo conservar su actitud positiva al respecto- dije asustado- Hay algo siniestro en esa melodía, algo que me invita a salir corriendo y huir.

El anciano rió.

-          ¡Estos jóvenes de hoy! No saben valorar algo único. Esta música es única amigo mio y le aseguro que en ningún otro lugar la encontrara.
-          ¿Era esto lo que me quería mostrar?
-          ¡No por supuesto!, esto es solo el preludio, el prologo de un gran obra, ya vamos a llegar. Seguro que también tiene un poco de hambre, el huerto le saciara, ¿Cuál es su verdura favorita?
-          No suelen gustarme mucho las verduras. Aun que de pronto con un poco de limón…- recordé estúpidamente que el limón no era una verdura, intente remediarlo -algo de zanahoria tal vez.
-          Le diré, las lechugas y zanahorias de este huerto tienen un sabor que no tienen en ninguna otra parte, ya lo veo sentado comiendo como gallinazo sin desayunar
-          Tal vez- dije sonriendo, sin poder evitar que el chiste me hiciera gracia. Además el viejo tenía una risa muy contagiosa
-          y hay algo más. El huerto acalla otro tipo de hambre, lo reduce, lo convierte en silencio, en fin de camino, lo borra y lo rehace una vez más…pero sé que ahora no puede comprenderme. Lo vera usted, yo diría lo saboreara usted- dijo el anciano riendo

El recorrido continúo, caminamos un momento mas a través del sendero y asi llegamos a una especie de entrada en forma de arco en la cual había una larga enredadera de hojas. En la superficie del arco había un extraño símbolo que no pude reconocer, era como una letra ene ancha y oscura. Parecía ser de otro alfabeto que no conocía yo.

-          ¿Qué significa?
-          Es el Aleph, la primera letra del alfabeto hebreo
-          ¿El Aleph?, ¿es usted judío?- pregunte curioso
-          No, pero, ¿ leyó usted alguna vez a Borges?
-          No, me temo que no.
-          Ciertamente es un concepto complejo…- dijo algo desilusionado al ver que yo no había leído al escritor argentino- pero podría decirse que el Aleph es un sitio que contiene todo el universo y todo lo posible en un pequeño punto.
-          ¿Este huerto contiene todo el universo?-  dije escéptico- ¿usted puso ese símbolo ahí?
-          No, yo no lo puse. Estaba ahí antes de que yo llegara. Ahora detallese el huerto, quizá encuentre allá la respuesta a su primera pregunta.

Hasta ahora había estado concentrado en el símbolo pero al mirar con detalle se presentaba ante mi una visión extraordinaria, que me es difícil describir con palabras. En verdad, aquel huerto era una suerte de recinto, de santuario de algo que no podía comprender. Había toda clase de hortalizas y tubérculos, papas, cebollas, pimentones, lechugas, repollos, zanahorias, entre otros, estaban presentes allí. Hasta allí, podría considerarse un huerto normal. Pero parecía como si cada una de esas hortalizas tuviera un color diferente y una vida propia, como si cada una tuviera una historia que contar. Todo estaba distribuido de una manera completamente desarmonica y curiosa, una zanahoria estaba al lado de un repollo, una lechuga al lado de una enredadera de tomates. En cualquier otro lugar, si tenias unos conocimientos básicos de agricultura sabias que tal distribución solo podía llevar a que todas las hortalizas no se desarrollaran adecuadamente y tuvieras pésimos resultados. Pero allí, a pesar de lo desarmonico, todas las hortalizas tenían un color vivo, innegablemente atractivo y abrumador a la vez. Quizás fuera precisamente una imagen del caos inherente al mundo, de ese caos que es imposible de describir, ese caos que creía era el que registraba el aleph.

Mientras caminaba me sentí extrañamente lleno, como si aquel lugar bastara para satisfacer todas mis necesidades. Hambre, libido, deseo emigraban hacia extraños lugares y eran sustituidos por una sensación de plena y absoluta paz. Quise tal vez quedarme allí. Mire al viejo. Sentía lo mismo que yo sin duda, solo era mirarle su sonriente expresión de placer. Solo el campesino parecía no ser afectado por el aura del lugar. Mire al cielo expectante. Por un momento todo estuvo en silencio. Las palabras no hacían falta y quizás entonces, desee morir en aquel lugar. Recostarme quizás un rato y que la tierra me devorase como a un pequeño fruto que retorna a su ceno, de donde salió en el ayer.

De repente una visión repentina me genero un shock, algo que no andaba bien, ¿Podía existir algo que no anduviera bien en el caos? Eran un montículo de tierra, sin ninguna verdura, solo unas margaritas que en definitiva más que caos, hacían ruido en el lugar. Mire el lugar con algo de terror y miedo. Pero irremediablemente atraído por aquello me acerque lentamente. De repente la expresión del viejo sonriente cambio a la de alguien aterrorizado. Me siguió. Empecé a cavar con mis propias manos. El viejo de repente quiso detenerme y se lanzo encima mio tratando de sujetarme. Pero yo seguía, me deshice de él empujándole fuertemente hacia atrás. Concentre toda mi atención en la excavación. Tenia que cavarlo. Tenia que encontrarlo. Aquello que rompía la caótica armonía (¿o desarmonía?) del lugar.

Entonces lo vi y no pude evitar emitir un grito de horror, era el cadáver de una mujer. Pero lo más extraño y aun, era que el cuerpo no se descomponía, la mujer parecía estar inmersa en un sueño, como de algún cuento de hadas, de esos que me contaba mi hermana mayor al lado de la cama. ¿Qué clase de brujería era esta? Tal vez para mí hubiera sido mejor encontrar el esqueleto o los huesos de aquella mujer, que su terrible rostro durmiente. Se podría pensar que tal vez podía ser un entierro reciente y por ello se conservaba así. Pero no era eso. Por alguna razón, sentía que aquel cuerpo llevaba muchos años enterrado en aquel lugar que parecía no ser atacado por las fuerzas del olvido, el tiempo y la materialidad.

El viejo me miro con la boca abierta, asustado sin saber que decir. Empezó a moverse hacia atrás despacio. Luego el campesino que le acompañaba hablo. Su voz sonó lenta, gruesa, terrible. Desee entonces no volverla a escuchar. Decía: “TU MALDITO VIEJO, TU TUVISTE LA CULPA”. En ese momento no alcance a discernir lo que realmente pasaba, todo paso tan rápido que fue como si viera la escena de una película. El campesino tomo una especie de pala y golpeo fuertemente en la cabeza al anciano alegre que cayo inmediatamente al suelo. Lo que vi a continuación me lleno de horror y espanto, no pude reaccionar. El campesino empezó a golpear con su machete al viejo, era como si estuviera poseído. Su rostro antes estoico ahora tenía ansias de sangre, de muerte, de superación. El fuerte color escarlata de la sangre empezó a llenar cada uno de los espacios verdes. El primero paraíso alephico, ahora estaba manchado. Pero no por la razón amoral del acto, sino por que el rojo en definitiva, simplemente no combinaba mucho con el lugar, dañaba esa armonía hasta ahora descrita. Ya no era el caos y el aleph, ya era solo la vida desbordada, volviendo a la tierra por sus poros, introduciéndose para renovarse otra vez. Luego el me miro. Sonrió. Era una sonrisa terrible. Una sonrisa de alguien que se ha liberado de una cadena, que ahora esta en libertad. Pero una libertad demasiado terrible para ser descrita en palabras. Una libertad abrumadora que me desbordaba, me llenaba de intranquilidad, asco y dolor.

 Entonces, apoderándose de mí el instinto de supervivencia, empecé a correr como alguien poseído, como alguien que se enfrenta a algo que no puede comprender. No quise pensar, no quise comprender. Solo quería olvidarme de aquella pesadilla. Corrí y corrí, abriéndome paso entre arbustos, entre pinos y riachuelos, entre un paraíso perdido y el mundo real. Solo sé que volví a respirar, que volví a sentir que volvía a vivir, que era de nuevo yo, observando como se abrían las montañas a los lejos, como empezaba a respirar de nuevo el olor a calle, a ciudad.

martes, 15 de enero de 2013

El lienzo fragmentado


II.


Pero las circunstancias son extrañas, no creo en el destino pero tampoco creo en las casualidades y en este caso todo trascurrió de un modo muy particular. Ese día transcurrio normalmente como cualquier día en mi universidad. Comí, estudie, charle con algunos amigos, pero nada del otro mundo.  Hasta que finalmente llego el momento de la clase de seis, la esperaba con ansias, pues este era un contexto de un tema que me gustaba mucho, era de historia del cine. Para mí, un estudiante de artes, ver todas aquellas formas en movimientos, la plasticidad y la estética que manejaban estas películas era un placer. Siempre solía admirar las grandes producciones con sus majestuosos montajes y hoy vería un curso con mucho de todo esto, quizá hasta me diera una idea para plasmar en alguna obra, no estudiaba artes para ser pintor, para mi el arte era mucho mas que eso, era fantasía, sueños, sentimientos y locas ideas plasmadas en un mundo material. Una forma de resistencia, ¿Por qué no?, contra todo aquel mundo gris que intentan implantarnos a través de oficinas, dinero y edificaciones.

Finalmente entre en aquel contexto, cuyo salón se encontraba en el tercer piso de un enorme edificio. Generalmente solía llegar tarde a las clases, pero esta vez me apresure para coger un buen puesto. Me hice algo atrás, por que siempre buscaba una silla cómoda en la cual pudiera dormirme en caso de no ser de mi agrado la clase o en su defecto el juego de gusanito de mi celular era mi salida al tedio. El salón estaba lleno de gente. No dudaba que este era un curso muy apetecido por varios grupos de estudiantes de la universidad. El salón era amplio, la vista a la vegetación, una ligera brisa y el ruido de algunos pájaros que revoloteaban por el lugar, hacia del ambiente de algo agradable.

Pero pronto esta sensación de tranquilidad se me iba a dañar, pronto esa creación que me había hecho del ambiente seria destruida, se desmoronaría como una torre de cristal que se quiebra al menor golpe, casi como si una ligera pluma fuera la causa de ese desplome de la fina estructura. Ella estaba allí, radiante, tranquila. Cuando me vio, esbozo una ligera sonrisa socarrona y empezó a actuar con completa normalidad. No entendía por que, pero su actitud no podía dejar de chocarme, no podía dejar de pensar en ello, quería que ella se fuera, que todos se fueran, el desaliento y la obsesión que me provocaba eran incomprensibles para mí. Intente no pensar en ello y concentrarme en la clase y en las palabras del profesor, pero a veces me era insoportable pues la miraba, veía como hablaba con sus amigas y no podía dejar de pensar que tal vez en su fuero interno se burlaba de mi, ¡Pero por que demonios me importaba tanto lo que pensara una desconocida! ¿Acaso era su pensamiento el juicio supremo? ¿Era ella la máxima virtud, la única que podía mostrarse como ley universal y omnipotente? De tal manera que sus ojos resplandecientes eran los supremos jueces del infierno Minos y Radamantys quienes pesaban mi alma y le condenaban a un destino.

Ella pareció darse cuenta darse cuenta de mi perturbado comportamiento, al principio pareció mirarme con curiosidad, luego parecí perder interés para ella. Lo cual en vez de mejorar mi angustia, solo la ensalzo mas. Pero entiéndase, no era una obsesión por su cuerpo, ni un sentimiento afectivo hacia ella lo que me provocaba tal sensación, era el misterio. Aun que suene extraño así es, el hecho de no saber que era lo que ella pensaba de mi, lo que de nuestro propio encuentro había ella deducido y lo que sin duda vio en este pequeño ser era el motivo de esta angustia que ahora se reproducía por todo el interior de mi cuerpo. Ese misterio que sus ojos y su burlona sonrisa provocaban en mi era suficiente para alterar mis nervios, siempre lo secreto, lo que no conocemos es lo que más rabia nos da, la ignorancia es un sufrimiento en mi opinión innato en el hombre y más cuando se trata de los que como nosotros cohabitan este mundo.

Finalmente en un momento dado de la clase, el profesor, un sujeto barbudo, bonachón, que se decía incluso había sido director de teatro y de un hablado agradable fijo las fechas de la exposición que deberíamos llevar a cabo en el transcurso del semestre, las parejas serian seleccionadas aleatoriamente. Y ¿adivinen? ¿Es fácil no? Por eso antes hablaba de los crueles que suelen ser algunas veces las circunstancias y en este caso así fue, pues mi pareja fue nada menos que aquella chica que en estos momentos era objeto de mis pensamientos y desvaríos mentales. Ella parecía estar satisfecha con la decisión, al parecer le parecía gracioso la cara que yo hice como posteriormente me contó y el hecho de que como decía ella “yo le hacia gracia”. Pues a mi no me hizo nada de gracia y estuve a punto de retirarme enojado del salón, sin embargo considerando esa actitud ridícula, decidí sentarme callado a esperar. Sin duda pronto tendría que reunirme con ella y tenia que pensar bien como iba a manejar las cosas. No obstante, la cosa no transcurrió de una manera muy grave pues simplemente concretamos encontrarnos al otro día a las seis a la salida de clases para cuadrar la exposición, ella parecía ignorar o hacerse la boba con aquel incidente de la mañana de las bancas.

Cuando salí y me encontré con mis amigos, estos parecieron tomarse todo con burla, desde luego el hecho de que me tocara con una chica como ella, tenia que ser para que mis compañeros sacaran lo peor de su repertorio. Para ellos eso iba para noche de sexo largo, seguramente era lo único en lo que pensaban, de hecho había dos de ellos a quien parecía que ella les caía mal, por un incidente aislado hace algunos meses en el cual ella parecía haberlos humillado. Sin duda, era una mujer de carácter o al menos eso se dejaba ver, eso generalmente solía llamarme mucho la atención en las mujeres. Ella no era la mas atractiva del mundo, en mi opinión era normal y creo que en la de mis compañeros también, pero el problema era que el chisme y el rumor eran lo suficiente para crear de algo tan pequeño una fiesta completa. Decidí no pararles bolas y sentarme a comer tranquilamente mi comida.

Así paso el resto del día, la normal monotonía de siempre, las mismas conversaciones, las mismas caras y el lento tic tac del reloj que se iba muy lentamente, para llegar finalmente a mi casa a tirarme en la cama cansado a dormir, decidí no pensar mucho en el asunto, igual no me preocupaba. Prefería pensar entonces en otras cosas, meterme en mis pequeños mundos imaginarios mientras me dormía, antes de hacerlo realice un ligero esbozo de mi mano en una hoja de papel en la cama. Solía hacer este tipo de ejercicios y luego me acostaba y me sumergía en alguna reflexión tonta relacionada con alguna objeto estético en especifico ¿Cuántas cosas se podían hacer con la mano?, era increíble el poder que tal miembro corporal tenia. Estiraba, la movía ligeramente, luego de un fuerte golpe intentaba agarrar el aire, ¡Cuánto poder! ¡Cuanta solemnidad!, el impacto del tacto, de cada objeto o persona tocada, una magia sin duda aun no estudiada. Mientras esto pensaba me quede al fin dormido.

Continuara...

martes, 4 de diciembre de 2012

16

(Por: Oliverio Girondo)



A unos les gusta el alpinismo. A otros les entretiene el dominó. A mí me encanta la transmigración.
Mientras aquéllos se pasan la vida colgados de una soga o pegando puñetazos sobre una mesa, yo me lo paso transmigrando de un cuerpo a otro, yo no me canso nunca de transmigrar. Desde el amanecer, me instalo en algún eucalipto a respirar la brisa de la mañana. Duermo una siesta mineral, dentro de la primera piedra que hallo en mi camino, y antes de anochecer ya estoy pensando la noche y las chimeneas con un espíritu de gato.
¡Qué delicia la de metamorfosearse en abejorro, la de sorber el polen de las rosas! ¡Qué voluptuosidad la de ser tierra, la de sentirse penetrado de tubérculos, de raíces, de una vida latente que nos fecunda... y nos hace cosquillas!
Para apreciar el jamón ¿no es indispensable ser chancho? Quien no logre transformarse en caballo ¿podrá saborear el gusto de los valles y darse cuenta de lo que significa “tirar el carro”?...
Poseer una virgen es muy distinto a experimentar las sensaciones de la virgen mientras la estamos poseyendo, y una cosa es mirar el mar desde la playa, otra contemplarlo con unos ojos de cangrejo.
Por eso a mí me gusta meterme en las vidas ajenas, vivir todas sus secreciones, todas sus esperanzas, sus buenos y sus malos humores.
Por eso a mí me gusta rumiar la pampa y el crepúsculo personificado en una vaca, sentir la gravitación y los ramajes con un cerebro de nuez o de castaña, arrodillarme en pleno campo, para cantarle con una voz de sapo a las estrellas.
¡Ah, el encanto de haber sido camello, zanahoria, manzana, y la satisfacción de comprender, a fondo, la pereza de los remansos.... y de los camaleones!...
 ¡Pensar que durante toda su existencia, la mayoría de los hombres no han sido ni siquiera mujer!... ¿Cómo es posible que no se aburran de sus apetitos, de sus espasmos y que no necesiten experimentar, de vez en cuando, los de las cucarachas... los de las madreselvas? Aunque me he puesto, muchas veces, un cerebro de imbécil, jamás he comprendido que se pueda vivir, eternamente, con un mismo esqueleto y un mismo sexo.
Cuando la vida es demasiado humana —¡únicamente humana!— el mecanismo de pensar ¿no resulta una enfermedad más larga y más aburrida que cualquier otra?
Yo, al menos, tengo la certidumbre que no hubiera podido soportarla sin esa aptitud de evasión, que me permite trasladarme adonde yo no estoy: ser hormiga, jirafa, poner un huevo, y lo que es más importante aún, encontrarme conmigo mismo en el momento en que me había olvidado, casi completamente, de mi propia existencia.