Despedida de la Maga

Despedida de la Maga

Sobre "Devenires Prosaicos":

Devenires Prosaicos es un espacio por y para la literatura. Un espacio en el que planeo compartir reflexiones, fragmentos, poemas y cuentos. Deseo entonces dejar aquí escritas algunas pequeñas huellas, mis propios trayectos, mis propios devenires ¡Sed bienvenidos a devenires prosaicos!


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martes, 9 de septiembre de 2014

COMO EVITAR QUE SU PERRO SE APODERE DE SU CASA







Ingredientes necesarios:

-          Gafas negras
-          Cinta pegante
-          Un bozal
-          Brócoli
-          Una puerta (preferiblemente que sea de su casa)
-          Un perro

1.              Tome al perro por sus patas y sáquelo de su casa.

2.              Si el susodicho canino se llama: Toby, Lucas, Pecas, Tony, Francisco, Simón, Motita. ¡Cuidado! Son los más peligrosos. Parecen inofensivos. Pero son depredadores en potencia.

3.              Primero definamos el objeto con el que vamos a trabajar: El perro. Este es una especie de mamífero canino que se alimenta de las emociones y el tiempo de los hombres. Es de una ternura peligrosa y atrevida. Se dividen en varias especies: melenudos, pequeños como ratas, juguetones, cafes, negros, blancos, grandes, gordos, flacos (Para más información ver: Catalogo canino 2014, los más buscados)

4.              No le mire a los ojos. Sus ojos son su mejor herramienta para manipular sus emociones. Tienen pequeños rayos invisibles de Teatrina Tragicusamorius. Para evitar el contacto visual directo use las gafas negras.

Nota: Algunos hombres imitan este tipo de mirada para entrar en rituales de apareamiento con féminas influenciables. Algunas mujeres usan gafas negras aunque no se las vea puestas.

5.              Su cola implica un poder simbólico sobre los hombres. Cuando se mueve implica dominación, construcción de un territorio de alimentación. También significa el respeto de otras especies caninas.  Pegue la cola a uno de los bordes con cinta para evitar esto.

6.              Su ladrido es su principal forma de comunicación. Cada guau es un llamado a la central canina donde informan de nuestros movimientos para poder ejercer un mayor control. El bozal es muy útil en estos casos.

6.1.   ¡Cuidado! Si su perro es un caniche el ladrido puede convertirse en un arma mortal que destrozará sus oídos y acabará con su trabajo, familia y toda su tranquilidad.
6.2.   Algunos perros saben cantar canciones de Shakira o Luis Miguel. No se deje engañar. Son fachadas perrunas. (Con ver el video de Loba de la susodicha cantante se comprueba lo enunciado fehacientemente)

7.              Cuando un perro huele el trasero de otro perro, está intercambiando información valiosa e imperceptible al humano. Los sistemas de información caninos están codificados en olores, no en textos. El trasero de un perro es un disco duro, uno de los más complejos sistemas de almacenamiento de información. Recomendable evitar contacto olfativo directo. No estamos acostumbrados.

6.1.  Con base a esto es importante recordar que cuando su perro haga popo no lo recoja. Él sabe que usted va a recogerlo. Es una trampa olfativa para desestabilizar.
6.2.  En este caso es recomendable proceder a recoger lo más alejado posible de la sustancia escatólogica.
6.2.1.        Una pala puede servir
6.2.2.        Si no tiene pala use un palo de escoba
6.2.3.        Mantengase lejos del popo, LEJOS.


8.              Su cama es una de las mayores atracciones de estos adorables engendros. Es el trono del poder de dominio. Se ha descubierto que los perros odian el brócoli. Impregne su cama de brócoli.

9.              Si los perros persisten, cierre las puertas, aplique triple seguro, no salga a la calle. 

9.1.  Evite el contacto con extraños.
9.1.1 Abra la puerta solo si es su madre.
9.1.2  No, mejor no le abra a su madre.

10.          Si al final todo falla, aún le queda un recurso. El último recurso: Amor. Dele a su perro un abrazo, quiéralo. Con esto perderá un enemigo y ganara un amigo leal. Dispuesto a permanecer en cada momento, venga cargado de sonrisas o lamentos, y a recibir mucho amor.

10.1    Hecho el punto diez, prepárese para un lengüetazo perruno en 3, 2, 1…

10.1.1. El punto diez no aplica con caniches.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Delirio 2: La despedida



Y tu piensas que podrás cambiarme no ves lo que soy soy un animal salvaje no me quedo quieto soy nomada recorro múltiples territorios y no me conformo con ninguno devoro la presa que se me presenta sin ningún temor y tengo hambre hambre constantemente que no puede ser saciada hambre de cuerpos hambre de caricias hambre de afecto hambre de amor me alimento de sus ilusiones de sus canticos de sus esperanzas y luego eructó las defeco y desaparecen por el enorme agujero del sanitario no me juzgues todo lo que hago ahora es por tu bien mozo tráigame por favor otras dos copas de tequila me entiendes no puedo estar contigo no puedo estar con nadie lamento haberte lastimado no fue mi intención no no me digas que me aproveche de ti porque tú también querías ambos queríamos saciar nuestra hambre ese día en la cama y olvidar por unos minutos la soledad y el hastío que procede del mundo exterior y créeme que los disfrute si disfrute besarte tocarte sentirte abrazarte penetrarte lo disfrute por que por un momento me escape de la prisión de mi mismo y pude sentir eso otro eso otro que no es mío y al mismo tiempo tan extraño eso otro que cubre tu piel te sentí si te sentí a ti si en verdad existe un ti no lo creo tampoco existe un yo y lo comprobé entonces piensa que de alguna forma ambos lo necesitamos ambos necesitábamos tocarnos y escupir ese yo pensar como un todo así que no te arrepientas piénsalo como una experiencia para conocerte un poco mejor déjame tomo un poco tomate también el tuyo ah apenas para esta noche fría te calienta todo no deja ni un centímetro de garganta sin recorrer un volcán nocturno en todo su furor que dices no te escuche bien repítemelo ah comprendo  no no te apegues a mi debo irme soy un marinero no me atan los puertos amo el mar que me quieres y me extrañas si supongo que es difícil no apegarse un poco pero no me necesitas ni a mí ni a nadie más que a ti misma tienes las alas tienes el fuego ya no necesitas dioses ídolos ni personas tienes el tiempo y en la eternidad del instante tu hogar ahora déjame partir después de todo no soy más que un obtuso y torpe caminante del mundo no te preocupes yo pagare la cuenta no no llores no llores esto no amerita lagrima alguna fue solo un corto “estar juntos” luego viene el adiós luego otro estar juntos distintos y así hasta la tumba mientras luchamos contra demonios dragones y unicornios rosas que es lo que trae la vida que es lo que hay que combatir así que disfrútalo no lo pienses no lo racionalices no lo sientas tanto sigue sigue camina camina pequeña mía el camino es tosco y duro pero también hay plantas de colores y hermosas melodías cantadas por ruiseñores, azulejos y canarios porque es precisamente lo sonoro en donde está la clave del existir pero ya he hablado de mas el tequila afecta mucho mi cabeza debo irme deja te doy un beso y una abrazo fuerte


Fue lindo conocerte me voy me voy lejos se feliz solo una última cosa si puedes olvídame no recuerdes solo guarda el instante de un beso o de una caricia pequeña en ti lo demás mándalo lejos pues sobra todo sobra yo sobro y como sobro hoy desaparezco y me esfumo como el mago para que no vuelvas a verme para que vuelvas a ser feliz adieu manoaseille 

martes, 3 de septiembre de 2013

Delirio 1: El vendedor y la bruja




Voy caminando por el parque del periodista. Los punkeros, metaleros y gronchetos me observan. Por qué me observan.  Estúpidos, yo quiero que se vayan lejos. Que se vayan ellos y toda la gente. Tanta gente, mucha gente, que no me miren, que  no me observen, no tengo nada que decirles. No quiero que me vean, sus ojos me lastiman, me condenan. No saben quién soy, no saben que hago. Me piensa ladrón o raponero, pero no soy un simple vendedor. Soy un vendedor de la calle. Vendo chicles, vendo bom bom bunes, vendo sueños de menta para el buen aliento, para dar un beso, para ti, para darle un beso a ella. Para eso estoy aquí: para abastecerlos con su propio pedazo de armonía azucarada. Tengo un montón de mentas en mi casa esperándome. Me baño en mentas, duermo en mentas, las paredes están pintadas con menta. Todos los días las guardo en cofres como pirata, son mi tesoro. Quien no quiere menta le falta vida. Es un cobarde que le teme a lo que sale de su propia boca insulsa. Cualquier palabra es linda cuando va acompañada de una menta. ¿Quieres menta?, paga por ella. Dame unas monedas. No es cara de verdad. Que no sólo son mentas para él, para ella, para su aliento, para tu aliento, son pastillas que rejuvenecen y pintan tu pelo de un color más claro. Me las dio una bruja, no puedo decir su nombre, aparece en luna llena en el morro de san Gabriel.  Una mujer muy hermosa con el culo de Natalia Paris y las tetas de esa vieja que presenta las noticias de farandula en RCN. Una mamacita. Y tiene muchas mentas, muchas mentas, créame, de verdad, y las reparte por el aire y las riega por el campo. Todo se llena de colores, muchos colores rojos,  amarillos, verdes, grises, azules, y luego desaparece con la bruma nocturna, se va y no vuelve, y yo me quedo allá. Y recojo las mentas,  y aquí me tiene usted que menta quiere. Usted, menta de todo tipo la que quiera, son mágicas. ¿No me va a comprar? entonces quítese de mi camino, es usted un estúpido ignorante imbécil, quítese que le doy en la cara maricón, así que no me joda. Esta gente sí que le hace perder el tiempo a uno. Quien quiere menta, a doscientos la menta, quien quiere menta, a doscientos la menta. Monjita ¿quiere una menta? Creame que le va a servir para las noches de rezo y augurio en soledad. Le va a calentar las pierna y va a querer muchas más mentas, que entre más menta la devore… ¿que no quiere? entonces vayase, monja estúpida, vaya y recele a su dios sin menta.  Y usted con su guitarra (seguro es un pobretón vago de la de Antioquia) ¿quiere menta? Le fortalecerá la voz,  las mujeres desbordaran de amor por su voz. Son mentas mágicas. Son las mentas de la bruja sólo para usted. Usted sí me entiende, usted es como yo usted lo sabe usted lo ha sentido aquel sentimiento de soledad absoluta al abrir el telón, ¿me compra? gracias de verdad, es usted un gran hombre, cuando toque alguna canción recuerde a este pobre vendedor y sus mentas. Quien más quiere mentas, debo vender más, que no me alcanzara para la arepita y la aguadepanela. Creo que me sentare un momento, me comeré una menta, que rica esta menta, mentica, que rica menta, donde estas brujita, tráeme una menta sonríeme, mírame, sólo quiero que tú me mires, desvísteme con tus ojos de serpiente, hagamos el amor brujita tututu, que rico menta, más menta, dame más menta brujita, tu presencia, sólo tu presencia le da un poco más de dulce, un poco más de azúcar a esta vida de sal.

 

 

domingo, 1 de septiembre de 2013

El arlequero



Algunos dirán que mi trabajo es insustancial, que no aporta al crecimiento de la empresa. Las caras grises, medianeras marchitas, se reproducen con terrible regularidad. Esa es mi preocupación, mi obsesión inversa, el objeto que deseo transformar. ¿Cómo es posible que se lo tomen tan en serio? No comprenden que todo es un juego, una rayuela sin cielo ni infierno y tal vez con una sola roca, una sola oportunidad. Yo estoy aquí para recordárselo. Para que comprendan que ninguno de esos pequeños papeles verdes vale lo suficiente, que solo son depósitos de sueños de burbujas, la mentira del capital. Por eso los del banco saben que me necesitan, porque soy su contraparte, su complemento. Sin mi ellos entran y salen, y con una mueca vacía deciden no volver más.

Por ello, me pinto el rostro de blanco y me pongo una nariz roja, un traje de matices variopintos y unas zapatillas largas  de duende de cajón. Luego me visto con una sonrisa imposible, una sonrisa que no se pueda desarmar. Entro al banco y me encuentro con aquellos rostros que me observan, que intentan destruirme con su mirada, con sus dedos que señalan y su indiferencia de metal. Yo simplemente hago una venia y les doy mi mejor pose. Hago que se pierdan, que no comprendan, que se sientan atrapados en el laberinto de mis muecas y mi risa multicolor. Mientras hacen fila y piensan en deudas, hipotecas y traspasos yo les cuento historias y chistes; combato limpiamente con sus demonios de trajes grises y bastones de cristal. Entonces les hablo de un tipo que le tiene miedo a los caniches, de una mujer que se masturba en una sala de espera sin control. Les hablo de dos putos que tienen sexo mientras ven un partido de futbol, y de un lobo que renuncia a comer, a ser el malo de ocasión. Les hablo de un sujeto que pelea con un enchufle mientras defeca y de un inspector de perros que trabajo en el banco, pero que no lo llaman más. Les cuento historias que les hagan olvidar y reírse un poco de la miseria de su propia cotidianidad.

Empiezo mi danza, mi danza de arlequín, giro, danzo, me cuelgo, las manos vibran y los pies silban. Luego doy un primer paso. Me acerco.  Les jalo las orejas. Me burlo de sus pantalones, de la forma como lavan sus dientes o como cantan cuando se duchan. Me burlo de las mentiras que se dicen mientras hacen el amor y de su cara de hastío cuando llegan a la noche de laburar. Hago suspirar a mujeres obesas y consiento a pequeños niños, los únicos con algo de sentido en ese lugar vil. La danza continua, no puedo parar, un nuevo giro y un paso hacia atrás. Convierto al banco en un carnaval celeste, en donde los límites se pierden y la luz reaparece en su mente sumergida en números, que se evaporan con mi voz. ¡Bailen!, ¡Bailen conmigo!, que el movimiento no pare, que un nuevo día aparezca y que esta parodia de mundo estalle con un beso o con un vals, con una pisca de risa y de amor.  La danza termina, se escucha un sonoro aplauso. Hago una venia y agradezco su atención.


Luego al finalizar la jornada, entro al baño del banco, me quito la nariz. Me visto formalmente y salgo por la puerta de atrás. Allá me espera un sujeto de gafas y traje blanco. Recibo mi paga, cinco billetes verdes con la cara de un prócer olvidado. Sonrió irónicamente. Por que se, que en ese momento de la noche, el arlequero ha dejado de existir. 

sábado, 17 de agosto de 2013

El colectivo 132


RUTA: 132 (Púan, Facultad de Filosofía y Letras- Once)

Hora: Viernes 26 de julio, 11:00 pm

Tres pasajeros se montan al colectivo. Uno de ellos dice que quiere pagar 1.50. El conductor  refunfuña. Luego le pregunta a dónde quiere ir. “A Acoyte”. En la pantalla aparece “1.60”. El joven mira con desprecio al conductor, paga  y se sienta en una de las sillas traseras. El segundo es un joven muy abrigado, de gafas. Dice “1.60” y luego se sienta en una de las sillas del centro. A su lado una mujer charla con whats app con su novio. El parasito móvil se alimenta de clicks y caritas sonrientes. La mujer autómata busca en la pantalla un poco de afecto, un beso o una caricia, aquel mensaje de redención que la saque de su rutinario acontecer. Dos mujeres leen en silencio. Una lee “Tokyo Blues” de Murakami y la segunda el “Burlador de Sevilla” de Tirso de Molina. El contraste entre ambos textos no deja de ser muy curioso. No se puede enfrentar un cazador de pájaros con un dragón.

El colectivo va despacio a pesar de que la avenida Rivadavia a esa hora solo es ocupada por fantasmas, mendigos y borrachos. La ausencia de personas hace más visible la cantidad de basura acumulada en las calles. De una pequeña montaña de desperdicios, un pequeño volante amarillo es transportado por el viento. En sus letras predica: “no tires tu basura en las calles”. Ningún psicoanalista podrá curar el conflicto existencial del pequeño y tímido papel amarillo. El colectivo hace una parada. El primero que se monta es un senegalés. Parece que ha concluido su negocio por hoy. La segunda es una mujer de cabello negro, bufanda roja y ojos tristes que se sienta en la silla contraria a la del hombre de gafas. Este no puede evitar observarla. Aunque curiosamente nadie más se fija en ella. Solo él ha advertido su presencia. Solo el siente una corriente eléctrica que viaja por todo su cuerpo. Solo el siente la estela de nenúfares y templos profanados que deja en cada paso.

El hombre de gafas intenta concentrarse y olvidarse de la mujer. Saca su agenda y empieza a escribir. La mujer que habla por what’s up gruñe como si le hubieran dicho algo molesto. La mujer que lee “Tokyo Blues” estornuda. Se lamenta por perder la concentración, pero pronto vuelve a los laberintos alados de Murakami y se pierde en su interior. El senegalés empieza a silbar. Un cuarto de los pasajeros esta recostado sobre las ventanas. Algunos sueñan con los paisajes barriales de su infancia. Otros sueñan con ver a su equipo nuevamente campeón. Pero solo unos pocos sueñan con un rostro perdido o una mirada de una persona, que se escapa al recuerdo y que ya partió. Tercera parada. La mujer del What’s up se baja bastante molesta del colectivo. Parece que el romance  se ha roto entre globos de texto y promesas de no sufrir. En su puesto se sienta un peruano obeso, que empieza a toser fuertemente. Intenta disimularlo toscamente con su mano. Pero es imposible no escucharle en aquel silencio gris.

El hombre de gafas suspira. Lamenta aquella normalidad que no es conveniente para lo que se propone escribir.  Un “¡Qué normal!” se le escapa de su boca y lanza un resoplido. Tiene una sorpresa al constatar que la mujer de bufanda roja le está observando. No puede evitar sonrojarse cuando se entrecruzan las miradas. Intenta evadirla, pero es demasiado fuerte. Ella tampoco puede evitar sentirse atraída. Lo ha observado todo el tiempo intentando disimularlo. Le atrae su aire inteligente y torpe a la vez. Se ríe por dentro cuando el chico evita su mirada. Ella hace tiempo que es consciente de su poder. El intenta mirarla de nuevo, esperando que ella ya no tenga sus ojos sobre él. Pero es vana su ilusión. Sus miradas se cruzan y ya no pueden separarse de nuevo. Un código secreto formado por parpadeos y silencios toma posición en el aire del ciento treinta y dos. El mensaje es claro: “No sé quién seas, pero te percibo”. Un parpadeo más. “Te percibo y…me gusta”.

La mujer que lee al “burlador de Sevilla” ha guardado el libro y se muerde los labios pensando en su propio don Juan. El peruano enfermo vuelve a toser una vez más y dice algo inentendible. Los demás lo miran molesto, como si violara una regla implícita de no hablar. Unos pocos de los dormilones se han despertado. El senegalés logra sentarse en una se las sillas y empieza a chocar las palmas de sus manos con sus rodillas, entonando alguna melodía arcaica y perdida. El colectivo 132 da un nuevo giro por la zona de moteles baratos. Se empieza a acercar lentamente a Once. El característico olor a pochoclo viejo empieza a entrar por las ventanas. Afuera un mendigo busca entre bolsas, algo de alimento o al menos una historia que le caliente la noche y el adormecer. La mujer de la bufanda roja sabe que pronto será momento de bajar. Tiene algo importante que hacer aquella noche. Le hubiera gustado conocer más al chico, pero otros asuntos ameritan más urgencia en su proceder. El hombre de gafas la mira sin saber cómo actuar. No desea que se vaya. Pero tampoco sabe cómo puede detenerla. Cuando al fin se le ocurre una idea, ella ya está lejos parada junto a la puerta a punto de desaparecer.


Se abrió la puerta en Once. Ella se bajo del colectivo. No pude evitar quedarme pensativo en mi silla mirándola embelesado, como un poeta a su musa. Aquella que inspira sus ensueños y escritos en las veladas nocturnas, cuando el reloj no se quiere ir a dormir. Abrí y cerré los ojos. Ella ha desaparecido. ¿A dónde habrá ido? Supongo que es una pregunta tonta y vana. Ella se ha vuelto imperceptible y tal vez ahora baile desnuda con el viento, lejos, en cualquier parque de Capital o en un monoambiente olvidado del Abasto o de Palermo. Observe detenidamente a mi alrededor. La estela de nenúfares continúa allí. 

domingo, 4 de agosto de 2013

DIARIO DE UN CAZADOR URBANO

DIA:  Martes 17 de abril de 2013
Hora: 5:00 p.m.
LUGAR: Alrededores del cruce entre Pueyrredon con Corrientes, Buenos Aires



Un hombre calvo discute en francés por su teléfono. ¿Con quién hablará? ¿Con alguna amante perdida al otro lado del océano? ¿o  con algún jefe despótico de bigote, boina y calva blanca?. Hay que reconocer, no obstante, que en francés la discusión toma cierto estilo, cierto olor a baguette recién horneado. Su pronunciación juguetona y coqueta me evoca la imagen de un chiste viejo. No puede ser en serio.

Dos palomas huyen de un carro que pasa a toda velocidad. Las palomas deberían montar un sindicato que defendiera sus derecho al libre vuelo y recorrido por las calles en busca de comida.

Un judío barbado de sombrero y gafas camina por la calle con afán. Lleva en su mano derecha una maleta. Es imposible que no resalte en medio de las demás personas. Me pregunto cómo hará una mujer para besarle y no perderse en sus barbas. En su maleta quizás lleve un estudio sobre la Cábala, ese que le permite contar las letras de las publicidades de Mcdonalds Kosher y encontrar a Dios en ellas (o al diablo en la carne no bendecida de Burguer King)

Veo varios restos de basura, papeles viejos, dos vinilos casi nuevos y un colchón. ¿Qué canciones hay en estos discos? ¿Quizás algún hit de los 70s? ¿Alguna recopilación de tangos? ¿o sólo alguna vieja canción de desamor? No puedo evitar que me dé un escalofrío. Espero que mis escritos no entren de esta forma en las puertas del olvido.

Una rubia con un culo gigante va caminando al lado de un enano que además es calvo y bizco. La rubia para en un puesto de un negro senegales y le pide al calvo que le compre un reloj. El hombre accede inmediatamente. A esta escena solo le falta un burro que copula con un colibrí

Una anciana pasea dos caniches vestidos, uno de rosa y otro violeta. Últimamente los caniches han dejado una huella extraña en mis escritos. Tal vez en el fondo yo me estoy volviendo igual que el paranoico. Pero esto…esto…es el colmo. Es una cachetada de lo real. Seguro vendrán en la noche y me meterán su sonda en el culo

Un hombre pisa un popo de perro. No se da cuenta. Buenos Aires es un campo minado. No hay trinchera en donde meterse.

Un sujeto de abrigo rojo le grita “Dale pelotudo” a un 132 que casi le atropella. Le grita como si pudiera cambiar algo. Como si el colectivo se fuera a devolver a replicarle o decirle “disculpe señor todo ha sido un accidente”

Una niña con un muñeco de snoopy. ¡Yo tenía uno cuando era chico! Noches de cuentos y ángeles. Días de helados y galletas. El mundo era bastante pequeño en aquel entonces…

En una vitrina un enorme jarrón chino. Pobre el niño que con su balón llegue a quebrarlo. Su madre lo despellejara vivo.

Un hombre tiene una pancarta donde se ofrece a arreglar celulares. El mismo grita un coro donde ofrece sus servicios. ¿Arreglar celulares? ¿Para qué? Ya es mucho tener que cargar con un parasito móvil de esos.  No sería más útil alguien que arregle corazones rotos y sueños destrozados.

Tres mujeres de rasgos aindiados, probablemente peruanas o bolivianas, discuten sobre ropa al frente de un puesto. Me sorprende aun como algunas personas puedes convertir cualquier banalidad en un problema filosófico de alto calibre. “¿Le quedara esta abrigo bien a Pedrito?” Pero, ¿Quién define que le queda bien a quién? Para estas mujeres es como si el problema del ser estuviera escondido en ese pequeño abrigo con rayas amarillas.

Tres mujeres colombianas se toman una foto frente a corrientes. Me pregunto que pasara con esa fotografía. La subirán un día a face. La mostraran como el recuerdo de que estuvieron en Buenos Aires y luego en el futuro la olvidaran. Como todo. Antes las fotografías servían para conservar recuerdos. Hoy el Facebook e Instagram han convertido las fotografías en un exceso barroco y prolijo que cansa. Las fotografías se pierden en un link vacío anotado en una libreta de papel.

Una mujer que fuma un cigarro carga con un montón de cajas vacías. ¿Para que puede desear tantas cajas? No tiene pinta de recicladora. Quizás vaya a construir un muro de cartón para protegerse del exterior, un muro que corte el ruido y el humo. Que le permita construir su mundo en miniatura bajo las cajas. Ese pequeño mundo lleno de colores, espadas y dragones. Que un niño con un peluche de snoopy soñó alguna vez.

Un hombre va por la calle con una libreta escribiendo lo que observa, tiene gafas y un abrigo café. El otro Daniel viene de frente anotando lo que encuentra a su paso. Se sorprende tanto como yo al encontrarme. No hay palabras que puedan comunicar nuestra desolación. Solo el silencio.

lunes, 15 de julio de 2013

El orador de la muerte



El féretro fue bajando lentamente. Una mujer mayor lloraba desconsolada, mientras un hombre la sostenía y la abrazaba. Llovía suave, no lo suficiente para que la gente se decidiera a sacar el paraguas. En el ambiente reinaba un silencio, absoluto, extremo. Silencio que era consecuencia de un profundo dolor y falta de palabras adecuadas. Y era para eso que yo estaba allí. Aguardaba en una esquina a ser llamado para empezar mi elegía fúnebre. Una de los tantos modelos discursivos que siempre tenía guardado y que siempre repetía, una y otra vez. Las personas se sentían satisfechas, sin saber que ese mismo discurso lo había leído en otra ocasión. ¡Que importaba quien era el muerto! Si trabajaba en el correo, en un banco o en una carnicería. Si era hincha de River o de Boca. Si había sido amante de Claudia o de Patricia. Si le gustaba comer milanesa al almuerzo o pasta con albóndigas al anochecer. Nada de eso importaba. En la muerte todo se olvida. Sólo los verdaderos amigos quedan y a ellos les importa poco estos detalles.

Me llamaron. Me pare en medio de aquel conglomerado de personas vestidas de negro. Pero el padre aun decía unas cuantas oraciones mientras el ambiente se impregnaba de incienso. Me dijeron que esperara unos minutos y sabía lo que venía. Pronto empezaría mi retahíla de palabras. Hablaría de un hombre ejemplar, buen esposo, padre y ejemplo para la sociedad. ¡A quien le importaba si no era cierto! Los asistentes querían conservar una buena imagen del muerto. Reconciliarse con sus consciencias y pensar que habían sido buenos con él. Decirle a un cadáver, con sus primeros gusanos y olores malolientes lo que no fueron capaces de decirle en vida. Un “te quiero mucho” que nunca se escuchó en vida, se lo dicen a uno al final, cuando ya no hay oídos para escucharlo. Es como una comedia de máscaras. No puedo evitar despreciarlo. Si no lo hiciera, seria atrapado por esa red de lamentos y mortificaciones.  No podría hacer lo que hago y probablemente me habría consumido en el silencio espectral de un cementerio. Quizás convirtiéndome en otra estatua de mármol oscurecida por el tiempo, la lluvia y el olvido.


El padre ha terminado al fin. Así que es tiempo de empezar la pantomima de nuevo. Me paro en el centro al lado del agujero donde fue depositado el muerto y empiezo con voz solemne: “Queridos familiares y amigos, estamos aquí en esta triste y lluviosa tarde para recordar a nuestro querido amigo, esposo y padre, nuestro Carlitos…” Y lo que sigue cualquiera podría imaginárselo, el mismo bla bla, el mismo toqueteo de palabras. Así sigo por un rato, mientras veo como algunas mujeres lloran y algunos hombres asisten en silencio. Sus caras de dolor y silencio, sus lágrimas que fluyen como riachuelos  son para mi mejor que cualquier aplauso. El discurso termina con el típico: “Que Dios lo tenga en su Gracia y que este en el cielo haciendo lo que más le gusta tocar su guitarra en el bar de la esquina de la ciudad celeste, aplaudido por un público de ángeles. Aquí siempre pueden tomarse varias opciones: patear un balón, escribir libros nebulares, pasear los caniches de dios, vender tragos a serafines sonrosados, convertirse en el banquero del cielo. Qué se yo, es cuestión de buscar la opción adecuada. Requiem Scant in Pace. Amén” Termino. Suficiente de discursear para entierros por hoy. Se me paga. Me retiro haciendo una reverencia. Me paro en la puerta del cementerio. Me fumo un cigarro. No dejo de preguntarme al final que pasa con todas aquellas palabras que pronuncio. Si quedaran en algún lugar, en algún recuerdo o solo son palabras que se las lleva el viento, allá a las puertas del olvido. El lugar de lo que sobra, de lo que fue y ya nunca será.

sábado, 6 de julio de 2013

La Conspiración del Colmillo




Estoy seguro que vienen por mí
Son astutos y manipuladores
No tengo donde esconderme
No existe sitio en esta tierra.
Hay un abismo que nos separa
pero ellos siempre saben franquearlo.
Conocen nuestras conductas
nuestras pasiones
nuestros miedos
¿Y si me están observando ahora?
¿y si preparan sus colmillos afilados para devorarme?
¿Por qué sólo yo me doy cuenta?
Los demás están ciegos
demasiado concentrados en su oficina
con su papeleo
sus relojes
sus Ipods
sus parásitosmóvilesde segunda
¡Esclavos! ¡Ciegos!
ellos lo planearon todo
TODO
Estánen el parque
En la calle
En nuestros apartamentos
Están en nuestros jardines
En nuestros baños
en nuestras camas cuando cogemos
En cualquier lugar donde voltee la vista
Ellos están
Tienen pequeñas sectas y oscuras congregaciones
Se reúnen bajo tierra en los túneles del subte
en salones de mármol
con secreta y maquiavélica intención
Tienen su propio mayordomo que los lleva por las calles
Sonríen picarones
Sacan la lengua sin vergüenza
ni temor
Y yo digo:
¡Muerte a todos los Caniches!
Déspotas de los ladridos
Asesinos
Impuros
Conspiradores
Maquiavélicos
Engendros del demonio
¿Qué nadie ve lo que hay bajo su disfraz de mascota fiel y abnegada?
¡No son perros!
¡No son de este planeta!
Son alienígenas disfrazados
¡Son seres del demonio!.
Son…
Son…
¡Son Caniches!
Si señores, ¡Caniches!
Cuando escarban la tierra sólo fingen
Es un método para comunicarse con su planeta
Planeta del que reciben órdenes siniestras
Ordenes de vigilarnos
de controlarnos
de experimentar con nuestros cuerpos
sin que nos demos cuenta.
¿A dónde iremos entonces?
Cuando los caniches lo controlen todo
Yo estoy aquí solo
Solo
¡Tan solo!
En mi pequeña habitación.
Tengo miedo de salir
he cerrado la ventana con doble seguro
Pero
¿y si entran en la noche cuando duermo?
Mi vecina cohabita con uno de esos engendros extraterrestres
Seguro que aquel duende maligno ya se dio cuenta
Se dio cuenta que yo sé la verdad
Ha dejado algunas marcas de pupu cerca de la puerta
Seguro es una señal
Vienen por mí
¡Vienen por mí!
¡Por ustedes tambien!
Entraran en la noche
babearan toda la comida para transmitir sus enzimas proteínicas
Enzimas que ayudan a embobarnos
Eso les permite ejercer un mayor control
Luego me meterán una sonda en el culo
Un castigo por mi rebelde actitud
Me estudiaran y sin que me dé cuenta
Ellos implantaran toda clase de virus y pensamientos artificiales
Pensamientos que me llevaran a mi propia autodestrucción
¡Pobre desgraciado!
¿A quién pediré ayuda?
¿Quién frenara esta amenaza?
AAAhhh
y ¿si me auto inmolo?
Eso es
No dormiré
No dormiré
No dormiré
Estaré toda la noche despierto
vigilante
Estaré cuando lleguen
Los matare
Los engañare
Hare que la alcoba huela a brócoli que es un olor que aborrecen
Los debilitare
Cuando estén desprevenidos caeré sobre ellos
Caeré como un cuervo en la noche y los desgarrare
No cederé fácilmente
Repito
Los matare
¡Vengan caniches del infierno!
¡Aquí hay un humano que no morirá sin batirse en franca batalla!
Y al final si todo sale mal…

prenderé en llamas este edificio,
para que no quede rastro de su insignia
de su ladrido de súcubo aterrador
Seguiré fingiendo que todo esta normal
El tiempo continúa y fluye por el rio
ni el mas lastimero aullido de caniche podrá tocarme
ni la mas ligera brisa de su llanto podrá ya afectarme
Prenderé un cigarro
Me parare al frente de la ventana
Y mirare por última vez el cielo
Soñare con estrellas que explotan
Con un rostro sin dientes ni colmillos
Cerrare los ojos
Y dejare que me lleve lentamente
El canto de la brisa
El ángel del olvido