Despedida de la Maga

Sobre "Devenires Prosaicos":
Devenires Prosaicos es un espacio por y para la literatura. Un espacio en el que planeo compartir reflexiones, fragmentos, poemas y cuentos. Deseo entonces dejar aquí escritas algunas pequeñas huellas, mis propios trayectos, mis propios devenires ¡Sed bienvenidos a devenires prosaicos!
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viernes, 4 de septiembre de 2015
Artefacto de Papel
Hoy se me acercó mi sobrino Marco con un sacapiojos, de esos mismos que uno solía hacer, en sus épocas de colegio, cuando estaba aburrido en clase. Me dijo que escogiera un número: opté por el nueve, número imperfecto que desafiaba al movimiento metódico del artificio-fábrica de insultos y adjetivaciones.
Luego de girar nueve veces, un poco acelerado, el rudimentario mecanismo de papel, se quedómirándome pensativo un momento, como si intentará recordar que debía hacer a continuación. Finalmente, abrió sus ojos de par en par y me dijo: "Tío, escoge un color".
El papel con apenas algunos rayones rizomáticos de varios colores ofrecía ocho posibles elecciones, ocho posibilidades de recibir un calificativo apropiado. Escogí el rojo. Mi sobrino se puso presto a abrir el fragmento y leer el contenido interno del color del fuego, los dragones chinos y el aji.
Me preparé para el juego. Conocía sus reglas muy bien. Esperaba recibir un : "eres tan feo que tu mamá no te quiere" "tienes cara de orangután" "Tus pies huelen a pecueca" o alguna referencia escatológica de las que prevalecen en los infantes. Así era el juego, una burla, un modo de decirle al otro: "No te tomo en serio, después de todo, la vida es un juego y yo lo sé".
Marco leyó: "Eres un reloj que no sabe contar las horas"
En un primer momento no supe como reaccionar, me quedé absorto ante la revelación del enigma. No me lo esperaba. No supe que decir. Luego empece a tomar consciencia de lo que había pasado. Me encontraba ante un acto poético, uno de los más sublimes, si se me permite este adjetivo desgastado por algunos poetas decimonónicos.
¿Qué era, después de todo, un reloj que no sabía contar las horas? es una cosa que ha perdido su función, la acción práctica que le define, la "cosidad de la cosa" (como pensaba Heidegger). ¿A qué puede dedicarse un reloj que no sabe contar las horas? supongo que le toca jubilarse, comprar un predio en el Retiro, si vivió lo suficiente, o retirarse a pedir limosna, tuercas y engranajes a los otros relojes, quienes lo mirarán con asco y pavor. Algo permanece en las dos situaciones: el reloj observará el horizonte infinito sumergido en la melancolía. De su rostro ya no fluirán lágrimas, sino números desteñidos y un instante eterno: la última hora que marcó. El tedio le obligará a ahorcarse con sus propias manecillas.
Es ciertamente una visión terrible.
¿Qué es un poeta que no sabe escribir poesía?
¿Qué es un soldado que no sabe disparar?
¿Qué es un carpintero que no sabe trabajar la madera?
¿Qué es un sol que no genera ni luz ni calor?
¿Qué es un payaso que no sabe sacar sonrisas?
¿Qué es un demiurgo que no sabe crear?
Y entonces debo reconocerlo:
Hoy, Marco, pequeño mío. Me has ganado. No lo sabes. Pero hoy fuiste inmenso. Lograste sacudirme un poco con tu artefacto de papel.
miércoles, 4 de marzo de 2015
El cadáver exquisito de los dioses
Cierta vez, hace muchos años, se reunieron a hacer un asado en el Retiro: Ala, Jehova, Zeus, Odin y Ra. Luego de jugar un par de partidas de poker estaban muy desocupados y no sabían en que ejercer su tiempo. Los cigarros y las polas se habían acabado. La música había decaído y sonaban algunas canciones de plancha y cumbia villera. Además nadie se aguantaba ya las historias de Zeus del último ligue que había hecho en forma de gaviota con una turista asiática en las islas del Peloponeso, ni los chistes malos de Jehova sobre brujas quemadas en el medioevo o sobre el nombre del papa.
Mientras Ra vomitaba destellos de luz en el sanitario, Odín quien era bastante ingenioso y le había robado los secretos a Yggdrasil creyó encontrar una solución. Dijo que hicieran un cadáver exquisito, hasta ahora todos habían creado y trabajado de forma independientes, ¿y si creaban juntos por primera vez algo único, fruto de la unión de todos los poderes divinos? Jehova y Ala, quienes eran los más egoístas, miraron con desconfianza al dios nórdico, pero luego de un par de chistes y aclarando que solo sería una vez los dioses accedieron gustosamente. Eso sí, pidieron que por favor esto quedará entre ellos y no se le dijera a nadie, todos aceptaron. Aunque ya Zeus al escondido preparaba su cámara para montar al otro día algunas fotos indecentes al face.
Los dioses pusieron su empeño en la empresa y su mente creadora se desprendió y voló hacia lugares desconocidos, los múltiples universos confluyeron en su pensamiento y un vórtice de fuerzas del cosmos provocó una explosión. Se habían movido en el límite entre el ser y el no ser. Por un momento la creación se vio en peligro. Pero, no obstante, había valido la pena y el cadáver exquisito había sido finalizado. Y así, en medio de una noche memorable, fueron creados: el vodka, el helado de macadamia y el vino.
jueves, 6 de noviembre de 2014
El explorador de la luna
(Ilustración: Mujer con corazón- Manuela Valencia)
Dime, ¿qué harás ahora? ¿Hacia
dónde diriges hoy tus pasos? Quisiera seguirte, así sea a lo lejos, con mi
mirada. Me gusta ver como vuelas, como brincas, como bailas. Conoces los secretos
de la antigua danza del shaman que provoca y trae la lluvia, que llena todos
los cultivos y los campos. He visto el carnaval de manos que se entrelazan. He
visto gotas cayendo por las finas paredes de mármol blanco. Lo que no entiendo
luego es porque te retraes, te escondes cuando todo ha terminado. Desapareces y
me dejas sola en medio de la penumbra, anhelando un poco de tu tiempo, el
enigma de tu abrazo.
Seguro te ves a ti mismo como un
astronauta, un caminante de delirios lunares. Pero esta luna, me temo, no está
hecha de queso o polvo estelar. Es una luna cálida, pero imperfecta, llena de
agujeros y silencios. Una luna que aún no puede encontrar un cielo lo
suficientemente grande para poder asentarse en la inmensidad. ¿Te sientes en
verdad preparado? ¿Aceptaras el desafío que esta luna te impone?
— Camila,
¡no es un micrófono! ¡Chúpamela de una vez!
miércoles, 24 de septiembre de 2014
ASFALTO
Juan se desplomó en la calle. Su cuerpo no aguantó y cayó en el asfalto. Pequeños ríos de sangre desembocaron en las alcantarillas. Abajo, en las cloacas, el olvido se alimentaba con voracidad. Sólo lo recordarán su familia y amigos.
Pero, nadie recordará a Juan, estudiante de tercer semestre de arquitectura. Nadie recordará que le gustaba ir a cine a ver películas de Almodovar y Roberto Benigni. Nadie recordará a Juan y su baile de celebración cuando el Atletico le metía cinco a Millonarios, ni sus besos azucarados y su fetiche por las orejas femeninas. Nadie recordará su pasión por coleccionar tapas de refresco, ni sus pegajosos riffs cuando tocaba el bajo. Nadie recordará a Juan y sus estadías en el parque Malibú. Allí, prendía un cigarro, se recostaba en el banco y miraba absorto las estrellas.
Nadie recordará a Juan. Pero sí lo recordarán los gallinazos que sueñan con una cena memorable. Sí lo recordará la gente ensimismada que rodea su cadáver y disfruta del teatro de la muerte. Sí lo recordará el periodista del boletín informativo que toma fotos para el morbo. Sí lo recordará la lluvia que cae a cantaros y llora lo no-llorable. Sí lo recordará el espejo en el que se vio antes de salir ese día para su trabajo. Sí lo recordará la bala perdida que desvió su camino y atravesó su cabeza de lado a lado.
Y Juan lo sabe. Lo sabe todo. Lo sabe mientras cierra los ojos y se entrega al abismo y al silencio. Lo sabe, pero pronto lo olvidará.
(Por: Daniel Acevedo)
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